Cuento infantil: Carlos quiere jugar
Sandra y Sofía son amigas y madres de Carlos y Tania, dos niños de seis y ocho años que van al mismo colegio.
Hace dos días que les han entregado a sus hijos la hoja de solicitud para inscribir a sus alumnos en los diferentes talleres y actividades extraescolares que oferta el colegio para el curso que acaba de empezar.
Todos los padres y madres de los niños que van al colegio, se agolpan en el pasillo de la entrada para informarse de los plazos de inscripción de los diferentes talleres y sus horarios para que, en la mayoría de los casos, no coincidan con otras actividades que han comenzado ya los pequeños.
Llega el momento de las inscripciones y a los escasos cinco minutos de abrir el aula donde se realizaran, la cola de padres ya es bastante considerable.
Muchos de ellos son padres y madres de alumnos que apenas superan la edad de Carlos y Tania, la mayoría para inscribirlos en algún deporte, ballet o clases de repaso para reforzar lo aprendido en clase en el caso de los más mayorcitos.
Poco a poco va despejándose la cola de padres que había y les llega el turno a las dos amigas. Sandra se va quejando del poco espacio que dejan para especificar los talleres a realizar en la hoja de solicitud.
– Uff, cada año hacen menos huecos para las inscripciones.- replica Sandra en voz baja.
– Pero, mama… si no me quiero apuntar a tantas cosas. – protesta Carlos que ha oído la queja de su madre.
– Carlos, si te apunto a extraescolares es para que no se te olviden las cosas que aprendes en el cole.- le explica su madre.
Carlos se cruza de brazos con el ceño fruncido, sabe que por más que le proteste no conseguirá que la lista de actividades baje ni aunque sea un poquito. Viendo la cara de enfado del niño, Sofía interviene intentando que madre e hijo lleguen a un acuerdo.
– Sandra, tal vez me este metiendo donde no me llaman, pero ¿no crees que te estás pasando de actividades? Tan solo tiene seis años. –le dice en tono conciliador.
– Son las mismas actividades a las que le inscribo todos los años desde que empezó el colegio. Además, lo hago por su bien, para que no olvide lo aprendido durante las clases. ¿Es que has olvidado que ya no están en infantil? – le reprocha su amiga.
– No, no me olvido. – contesta Sofía un tanto molesta – solo digo que Carlos es aún un niño y no creo que tanta actividad sea buena para él.
– Pero tú también vas a inscribir a Tania en las actividades, ¿no? – le replica Sandra.
– Claro, pero solo a las dos que más le gusten. Siempre y cuando haga sus tareas en clase y se porte bien en casa. También tiene que jugar, aunque vaya ya a segundo de primaria sigue siendo una niña. No quiero que tenga su infancia llena de obligaciones y que se pierda lo que haría cualquier niño de su edad.
Mientras que las dos madres hablan sobre la conveniencia o no de saturarles de actividades con una edad tan corta, los pequeños amigos hablan de sus cosas, ajenos a la charla de sus madres.
– Carlos, ¿puedes venir mañana a jugar a mi casa? – le pregunta entusiasmada Tania.
– No puedo, tengo clases de música, natación y repaso. – le dice Carlos cabizbajo.
– ¿Y pasado mañana? Puedes decirle a tu madre que te deje comer en mi casa. – insiste Tania sin darse por vencida.
– Tampoco. Pasado mañana tengo partido de paddle e informática.
– ¿Y el lunes que viene? – vuelve la niña a la carga
– Espera, el lunes a lo mejor si puedo. Voy a preguntarle a mi madre.
Tania observa a Carlos con un brillo de esperanza en su mirada, han pasado todo el verano juntos y le encanta jugar con él, pero la alegría le dura poco. Carlos llega a su lado más triste que antes.
– Bueno, ¿te dejan venir el lunes? – le pregunta su amiga.
– No, me acaba de decir mi madre que ya me ha inscrito en las actividades del cole. Este año iré a futbol e inglés, mi mamá dice que este año tengo que trabajar mucho porque ya voy a primaria y ya no soy tan pequeño.
– Anda ya…que exageradas son. Yo voy a segundo y no voy a tantas cosas como tú. – se ríe Tania con ganas. – La mía dice que ya tendré tiempo de estudiar y que con hacer los deberes ya repaso bastante por ahora. Así que le he dicho que este año quiero aprender en el cole a hacer manualidades. ¿ por qué no te vienes y jugamos después juntos? – le anima la pequeña.
Carlos vuelve de nuevo a preguntar a su madre si puede ir con su amiga Tania a las mismas actividades del colegio para luego poder jugar un ratito juntos. Sandra, su madre, mira por un momento el horario que se ha escrito en la agenda para que no le coincida nada y se lo vuelve a negar, diciendo al pequeño que no puede ser porque a esas horas tendrá las clases de inglés.
El pequeño no puede más, se tira al suelo y empieza a chillar sin parar:
-¡No quiero ir ni a música, a inglés, repaso ni nada parecido! ¡Me aburro!
– Calla Carlos, mira la que estas montando. – le riñe su madre.
– ¡No quiero callarme! – Le grita aún más enfadado – ¡Yo quiero jugar!
– ¡He dicho que te calles! – ya exclama su madre enfadada de verdad.
– ¡No, no y no! – sigue gritando Carlos, aunque ya de pie. – ¡Quiero jugar con mis amigos!
Ante la pataleta de su hijo, Sandra mira a Sofía y piensa que tal vez su amiga no esta tan equivocada como ella piensa. Quizá ella tenga razón y sea mejor dejar a Carlos que elija lo que quiere hacer y no lo que crea que es mejor para él.
Tal vez, piensa mientras se mira a su hijo, sea mejor dejarle ser un niño y no hacer que se convierta en un adulto antes de tiempo. Pensando en lo que le ha dicho su amiga Sofía, se acerca a Carlos y le propone un trato.
-¿Prometes calmarte si te dejo apuntarte a lo que quieras? – le pregunta muy seria.
– ¿Lo dices en serio?- murmura entre suspiros y secando sus lágrimas.
– Muy en serio, pero con una condición.
– Vale mamá. Haré lo que me digas. – comienza a sonreír el niño.
– Promete que como Tania, harás todos los deberes que te manden y sacaras buenas notas en este curso.
Una vez hecho el trato entre los dos, madre e hijo se acercan a la mesa donde están las solicitudes y es Carlos quien, con una sonrisa de oreja a oreja, se acerca al encargado de recogerlas y le dice que irá a Futbol y a cerámica junto a su amiga Tania.
Sofía, que ha terminado ya con las actividades de Tania, espera a que Sandra y Carlos terminen para ir a casa, merendar todos juntos y que los pequeños jueguen como lo que son, unos niños a los que aún les queda mucho tiempo para jugar, aprender y crecer, aunque a su ritmo y sin prisa por ser como los adultos con horarios, obligaciones y siempre corriendo.
Ya tendrán tiempo para eso, piensan las madres mientras les ven jugar.
Cuento infantil por Rosi Requena
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