Historias de una maestra: Lola y los siete enanitos
CAPITULO 1: Un sueño hecho realidad
Un viernes cualquiera de un frío enero de comienzos del siglo XX, Doña Carmen peinaba la larga melena de su hija. Dorada como el trigo y suave como la lana, se enredaba entre los dedos cansados de la señora de la casa. Antaño lo había hecho la doncella, pero desde la muerte de Don Basilio y con ésta, el descubrimiento de varias deudas, su esposa había tenido que hacer frente a los cuantiosos pagos y con ellos se habían ido varias antigüedades familiares, joyas y los miembros del servicio, entre otras cosas. Doña Carmen, sin embargo, no tocó ni un duro del dinero que su marido había guardado cuidadosamente en un sobre a parte, en una caja fuerte, para pagar los estudios de la niña de sus ojos. Dolores se licenciaba ese mismo día y su madre la peinaba para ir a recoger su diploma.
-Lola, ajústate más el corsé y ponte las gafas, que sino no vas a ver nada, no seas vanidosa-. Dolores, o mejor dicho Lola, como todos la llamaban, no estaba dispuesta a recibirse como maestra
con esos horribles anteojos de alambre y cristal de culo vaso. Sin embargo su madre bien se encargó de que se los pusiese.
-Pareces más mayor hija, con esa apariencia de chiquilla nunca te tomarán enserio. ¡Y empolvate esas mejillas, que no se te vean las pecas!-.
Lola parecía una adolescente más que una maestra apunto de recoger su título. En vez de veintiuno parecía que tuviese dieciséis años.
En la sala de estar la esperaba su hermano Sebastián para llevarla hasta el Colegio de Maestros. Fuerte, alto y rollizo, fumaba su pipa sentado en un sillón frente al fuego.
Lola salió de la mano de su madre. Su hermano se volvió expectante y la sonrió. Nunca había sido de mucho hablar ni de hacer cariños, como su padre, pero bastaba una mirada y un atisbo de sonrisa para que Lola entendiese que contaba con su aprobación. De fondo se oía el viejo piano y unos dedos que hacían crujir las teclas.
-Isabel está ensayando para el coro de la Iglesia, esta tarde hay misa- informó Sebastián al ver la cara de extrañeza de su madre y su hermana. Lola no esperaba que su estirada y envidiosa cuñada fuese a despedirla antes de que regresase como maestra. No sopostaba vivir bajo el mismo techo que ella. Lola no dijo nada, cogió su abrigo y se acercó a la puerta.
Su hermano la detuvo: -hay alguien que quiere despedirse de ti y desearte suerte-.
Lola se quedó pensativa un momento. Nadie más en esa casa podía querer despedirla salvo… Su cara se iluminó y una sonrisa de oreja a oreja apareció en su rostro cuando miró hacia la escalera: su sobrina había vuelto del internado en Londres. Debía haber sido de madrugada, y bajaba corriendo las escaleras hacia ella.
Lola abrazó a su sobrina Marina. Lola, tenía tan solo un año más que su sobrina. Eran amigas y se adoraban. La familia de Isabel había pagado un internado en Suiza para que Marina se formase como maestra en uno de los mejores Colegios de Maestros de toda Europa. A menudo, durante las cenas familiares, Isabel comentaba lo orgullosa que estaba de su hija y la suerte que tenía de estudiar en esa prestigiosa escuela, añadiendo que sería una gran maestra, no como las que se formaban en la escuela de Barmedón, el pueblo donde vivían. Obviamente eran indirectas hacia la pobre Lola, que tragaba y masticaba mientras le rechinaban los dientes bajo la sonrisa triunfante de su cuñada. Isabel odiaba a Lola, pues su pobre hija había nacido con un defecto que intentaban esconder: era bizca. Además tenía los dientes torcidos, como su abuelo materno, y su pelo era oscuro y opaco, sin brillo, a pesar de los aceites que su madre le compraba. Así pues, la pobre Marina no había sido dotada del don don de la belleza, al contrario que su tía, que no solo tenía una apariencia angelical, sino que poseía unos delicados rasgos que la hacían parecer una muñeca de porcelana: con sus ojos azules, su rostro pálido y pecoso, sus labios rojizos y sus dientes blancos como perlas. Las muchachas se despidieron rápidamente, pues Isabel llamó gritando a su hija desde el piso de arriba para pedirle que continuase sujetándole la partitura. Lola le dijo que obedeciese a su madre, pues Isabel era tremenda cuando se enfadaba. Lola la miró con ternura mientras subía las escaleras: ella no era igual que su madre. De ninguna manera. Además de su sobrina era su mejor amiga. La quería mucho. Sebastián tomó del brazo a su hermano y se despidieron de Doña Carmen.
Al llegar al Colegio de Maestros, sus compañeras la recibieron con aplausos y gritos de júbilo.
-Ahora, por fin, ya estamos todas- exclamó la directora.
Durante una hora y media, Lola estuvo sentada en un sillón comodísimo en la segunda fila, nerviosa y emocionada, escuchando el discurso de la que en otro tiempo fue la mejor maestra de Barmedón: Doña Puri Calderón. Durante esa hora y media, Lola vio pasar esos años de estudiante como en una de esas cintas a las que asistió su padre en 1895, cuando los hermanos Lumière proyectaron públicamente la salida de obreros de una fábrica francesa en Lyon, la demolición de un muro, la llegada de un tren y un barco saliendo del puerto. Su padre, hombre de mundo, había sido amigo íntimo de estos hermanos y asistió en primera instancia a la proyeción. Su padre le había prometido que la próxima vez la llevaría con él, sin embargo, aquel viaje jamás llego a conretarse, pues la tuberculosis lo sorprendió. A pesar de ello, le había hecho dibujos a Lola donde le explicaba al detalle como era lo que el llamaba cine, y se había pegado domingos enteros contandole como era ver una proyección, tantos eran los detalles que le había dado, que Lola sentía que lo había visto también. Así pues, como si fuese una cinta de los hermanos Lumiére, Lola vio pasar imagen a imagen, desde su primera matrícula en el Colegio de Maestros, con lágrimas de alegría en los ojos y ese mismo día en el que se encontraba, a punto de cumplir su sueño.
Jamás había deseado nada tanto como eso en toda su vida: poder enseñar. Aprender cada día y transmitir sus conocimientos a sus alumnos, para formar y educarlos en el conocimiento y el saber, formarlos en valores y ayudarles a descubrir sus pasiones. Le entusiasmaba la idea de poder ayudar a descubrir a futuros pintores, escritores, ingenieros… ¡lo deseaba tanto!, deseaba enseñar. Deseaba tanto estar frente a un grupo de niños traviesos, con una pizarra tras de ella y un libro en la mano. En ese mismo instante amó mas que nunca su profesión. De repente salió de su ensimismamiento cuando Doña Puri la nombró. Todas sus compañeras la miraban. Lola entendió que era su turno: se levantó y subió a la tarima, donde Doña Puri le dio dos besos y le entregó su título.
Lola miró al frente, emocionada y sonrió con orgullo: por fin había cumplido su sueño.
Al salir, su hermano la estaba esperando. La lllevó a casa donde su madre les había preparado una comida exquisita y todos estaban ya en la mesa salvo Isabel, que según decía se sentía indispuesta. Lola sabía que era una escusa para no bajar a felicitarla, pero no la echó de menos, al contrario. Disfrutó de su dia como si fuese el primero de su vida, y es que en cierto modo así era: había vuelto a nacer.
ME GUSTARÍA QUE DESAJÉIS VUESTROS COMENTARIOS PARA COMPROBAR SI OS HA GUSTADO Y SI OS GUSTARÍA CONTINUAR LEYENDO LA HISTORIA, UN SALUDO.
AUTORA: NEREA FONZ BRAVO
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Me encantan ese tipo de historias!!!!
me gusto la historia, quiero seguir leyendo porfavor siga escribiendo gracias
Me ha gustado mucho,soy maestra y parecia que estaba dentro del relato,felicidades
Aurora
Gracias por vuestros comentarios, nos animan a continuar estas historias
Muy bonito. Me gustaría seguir leyéndolo. Saber donde puedo encontrarlo. Gracias.
Gracias Blanca, seguiremos escribiendo estas historias todas las semanas. ¡¡Pasa la voz!!
si me gusto, y me encantaria continuar con la historia, ya que a mi hijo se la dejaron para tarea, gracias
Esta semana, es un capítulo semanal
Me ha gustado y quisiera seguir la historia completa.Gracias.
es muy buena.. por favor terminar de escribirlo
Me encanta, me gustaría tener este tipo de lectura, no solo para mi sino también para mis hijas.
Gracias.
Gracias por compartir esta linda historia con el público en general a nosotras incluyéndome como Maestra nos llena de satisfacción saber que existen personas como usted que pueden llegar a el corazón de los demás por medio de este escrito.
Felicitaciones siga en este camino que es ingrato pero muy placentero a la hora de recibir las recompensas que no tiene que ver en lo absoluto con dinero sino esa sonrisa de aquel niño que te agradece por las enseñanzas brindadas.
En este momento a mi grupo que es de 4to Año de Educación Básica les leí su historia y están realizando un informe sobre lo escuchado, lo están haciendo con mucha dedicación y empeño. GRACIAS
Hola, soy la Aurora del relato, no sabía que había tenido tan buena acogida. Si OS interesa continuaré publicándolo…
¡Un saludo!
Nerea Fonz Bravo
Claro que si Nerea fue una gran historia
Esta interesante la historia.