Cuento de Navidad por Estrella Montenegro
Esta es una de esas historias que se cuentan muy poco, porque poco se conocen. O quizás porque en esta noche de reyes me apetezca crear un cuento para que sueñes.
Hace muchos… muchos años, nació un niño al que llamarón Jesús. Aunque este niño era un niño muy pobre, porque sus padres también lo eran, a alguien se le ocurrió decir que era un mesías. Los mesías eran conocidos por ser mensajeros de los dioses.
Y los mensajeros de los dioses tienen poderes, por consiguiente tenía más poder que cualquier humano, y más poder que cualquier mago o hechicero del planeta.
Claro que como Jesús aún no sabía hablar, no podía aclarar ciertas cosas, como que él no era un mensajero de los dioses, era el hijo de Dios, nada más y nada menos. Pero si nos ponemos a pensar en que hubiera pasado si se hubiera sabido desde el primer momento, nos hubiéramos dado cuenta de que era mucho mejor que confundieran su historia en un principio, de esta manera corría menos peligro.
Pero hubo tres magos que temieron mucho por este hecho, la cosa es que aquellos magos ni eran conocidos, ni eran los mejores magos del mundo, si acaso eran más bien tres pillastres de poca monta.
Así que cada uno de ellos, al escuchar lo siguiente…
Ha venido un mesías a la tierra, ha venido para poner orden y concierto, para juzgar a los que no son juzgados, a los mentirosos, a los ladrones, y a los que con sus artes deciden hacer milagros, porque se cuenta que el único que puede hacer milagros es él.
Tanto Melchor, como Gaspar, como Baltasar pensaron lo mismo…
Yo voy a conocerle, y si me puedo quedar con su magia, pues me quedo, además necesito saber que hay de cierto en todo eso que dicen.
Se hicieron un hatillo, con dos mudas, dos chuscos de pan y dos chorizos y se pusieron en marcha.
Durante un tiempo el camino lo hicieron a pie, pues no poseían medio alguno de trasporte, y así fue como se encontraron una noche.
El rey Herodes había montado un asentamiento con sus majestuosas tiendas, con sus soldados, con grandes hogueras en las que se asaban manjares exquisitos. Quizás atraídos por el embriagador aroma fueron llegando uno a uno, al lugar.
El primero en llegar fue Gaspar, lo hizo temeroso al ver a ese ejército tan bien armado. Cuando le dieron el alto, no dudo en dar la paz.
-¿Quién va? Pregunto un soldado enorme
-¡Gaspar! Mago, malabarista que necesita cobijo, si me acogen les haré pasar una velada agradable con mis artes.
A continuación le rodearon, y le llevaron a ver a su rey, que escuchando quien era y que hacia le dejo compartir lugar en su tienda a cambio de un poco de diversión.
De la misma forma llegó Melchor y Baltasar esa noche. Sospechando el rey Herodes por la casualidad del asunto, les apresó y les torturó por separado hasta que confesaron.
Cosa que no tardó mucho en suceder pues eran más cobardicas que magos. Herodes al escuchar la misma historia de los tres, urdió un plan. Que era el siguiente…
-¡Prometo dejaros vivir si os aliáis a mi causa! Les dijo el rey
-¿Cuál es su causa rey Herodes? Pregunto Melchor
-La de averiguar qué hay de verdad en todo lo que me habéis contado
-Y… ¿cómo lo haremos? Pregunto Gaspar
Entonces Herodes se puso a caminar bajo aquel cielo estrellado, y vio como una de las estrellas que abrigaban el firmamento brillaba más que las demás, y además se movía.
-¡Esa estrella es una señal! Si soy magos sabréis que significa –Dijo mientras la señalaba
Gaspar que de los tres era un poco más ágil en pensamiento, le contesto muy deprisa y sin vacilar, pensando que aquella era una oportunidad para escapar de aquello
-Aquella estrella, es la estrella que nos guía para encontrarlo, se ha puesto nuevamente en camino, si no la seguimos presurosos, perderemos su pista, y por tanto no daremos con él
-¿Es eso cierto?
-¡Desde luego! Contestaron los tres al unisonó
-Entonces id en su busca – Dijo señalándola de nuevo
-Su majestad –Interrumpió Melchor
-¡Dime!
-Si fuera tan amable de prestarnos un medio de locomoción, nos aseguraríamos de ir a la misma velocidad que ella va, porque llevamos días caminando y nuestros pasos no dan para mucho
-¡Preparad tres camellos! –Grito Herodes a su guardia
-Su majestad – Interrumpió Baltasar
-¡Dime!
-Estaba pensando que para engañar al que llaman el mesías, deberíamos portar ropajes más elegantes, y quizás llevarle algún presente.
-¡Es cierto! Que mi guardia os lleven a la tienda donde se guardan los tesoros que hemos requisado en la batalla, y vestiros cual reyes para que no sospechen, coged un cofre cada uno de vosotros y llenarlo con una ofrenda digna de un Dios. Así mismo que tres hombres de mi guardia os acompañen igualmente disfrazados, así me aseguraré que la misión se cumple, y si no se lleva a cabo os darán muerte.
De este modo Melchor, Gaspar y Baltasar abandonaron el asentamiento del rey Herodes, vestidos como reyes, con un estupendo botín y con tres pajes.
No les quedaba otra que seguir a aquella estrella, les llevase a donde les llevase; atravesaron el desierto, cruzaron varias aldeas, y dejaron atrás algún que otro oasis. Durante varios días con sus varias noches la persiguieron sin descanso.
Hasta que dejó de moverse, situándose sobre viejo y humilde cobertizo de animales. Cuando llegaron aquellos tres pillastres al lugar, ataviados como reyes, siguieron el plan para salvar sus vidas y también la de aquel niño recién nacido.
Se presentaron como tres reyes magos, le obsequiaron con incienso, oro y mirra, y se pusieron a los pies de aquel pesebre que hacia la función de su cuna, para que aquellos soldados disfrazados de pajes no les dieran muerte.
Tras aquello abandonaron lo que hoy todos conocemos como el portal de Belén, volviendo al asentamiento del rey Herodes. ¿Qué sucedió después? Es otra historia, pero la verdadera historia de los que hoy conocemos como reyes magos, es esta. La de tres pillastres que intentaron huir de las terribles consecuencias que impartía el temible rey Herodes.