Ganando los valores de la Educación
En mayor o menor medida, todos conocemos niños/as cuyo comportamiento deja bastante que desear. Niños que sin tener en cuenta la importancia del momento o situación en la que se encuentren, muestran conductas indeseadas y dañinas cuya repercusión, la mayoría de las veces, recae sobre los padres, que suelen ser criticados y responsabilizados de éstas por el resto de personas, que se encuentran con ellos compartiendo situación.
Tras esas conductas, suele ser habitual que los padres lleguen a casa avergonzados, humillados y heridos. A menudo les riñen e incluso les castigan como reprimenda de lo sucedido. Pero tras esto, más adelante esas situaciones se vuelven a repetir. Además, este tipo de conductas “no entienden de situación”, y es habitual que tengan lugar en cualquier momento (reuniones familiares, con amigos, en el colegio…). Se manifestarán en cualquier lugar y de cualquier manera, bien sea mediante un insulto, una rabieta, un comentario fuera de lugar… Muchas familias terminan resignándose escudándose de éstas con la típica frase de “no podemos hacer nada, él/ella es así, no funcionan los castigos ni las regañinas, siempre vuelve a hacerlo”.
La desesperación lleva a las familias en muchas ocasiones a tirar la toalla, dejando por imposibles a los hijos, cuyas malas conductas, de no hacer nada por evitarlo, irán en ascenso convirtiéndose así en jóvenes agresivos, peligrosos y extremadamente maleducados. En definitiva, en personas inadaptadas socialmente.
En todo esto, debe tenerse en cuenta un aspecto fundamental: el increíble valor que para los/as niños/as tiene el aprendizaje a través de la observación de modelos. Por esa razón, los padres deben ser muy cuidadosos con los comentarios, acciones y opiniones, que expresan delante de ellos, ya que los pequeños asimilarán todo lo que observen de sus padres como si estos tuvieran la “verdad absoluta”, actuando en consecuencia.
Lamentablemente, nos encontramos con niños y adolescentes que manifiestan conductas machistas, racistas e intolerantes hacia otros/as. Conductas que para aquellos que las sufren pueden tener consecuencias muy serias. Hecho éste que manifiesta la necesidad de erradicarlas cuanto antes.
La primera línea de esta intervención debe tener lugar en el hogar. Tal y como antes se ha mencionado, es de vital importancia el ejemplo de los padres. De manera que éstos han de ser muy cuidadosos con sus conductas, opiniones y comentarios. Esto es, se deben implicar en la educación de sus hijos/as procurando que sus enseñanzas giren en torno al fomento de unas buenas habilidades sociales, que integren al niño en la sociedad, no que le excluyan de ella.
Educar desde el respeto y la tolerancia hacia aquellas personas más desfavorecidas socialmente; desde la cooperación y el valor de la integración. Educar con asertividad, con empatía y fomentando una adecuada comunicación abierta a la escucha activa, dará lugar a la aparición de conductas de esta índole en los/as niños.
De igual manera, es primordial que en la casa existan una serie de límites y normas, consensuadamente implantados. Muchas familias piensan que los límites son perjudiciales para los/as pequeños, que cuantos menos haya mucho mejor, pero la realidad es que los límites, lejos de ser perjudiciales son necesarios, y para implantarlos ambos progenitores deben ponerse de acuerdo, para lo cual deberán dejar a un lado sus diferencias, que como individuos independientes puedan tener, y decidirlos por el bien de los/as niños/as.
Además, el incumplimiento de esas normas y límites deberá tener consecuencias y la aplicación de las mismas deberá ser constante, coherente y consecuente. Es decir, cuando decidamos aplicar una consecuencia, debemos aplicarla hasta el final, el hecho de cambiar de parecer a mitad del cumplimiento, dará lugar a la repetición de la conducta indeseada que la haya desencadenado.
Los límites y normas son primordiales a la hora de tener lugar una adecuada educación en valores, pero además, debe aprovecharse cualquier situación cotidiana para hacer entender la importancia de éstos. El juego es una de las mejores situaciones que podemos aprovechar para este fin.
EMPLEAR EL JUEGO COMO PRECURSOR DE VALORES:
En más de una ocasión se ha puesto de manifiesto la importancia del juego en la adquisición de habilidades y capacidades. Conocemos sus grandes beneficios a nivel cognitivo y afectivo-social: estimula el desarrollo intelectual; la psicomotricidad; la creatividad; la comunicación ; el trabajo en equipo; fomenta las relaciones sociales y la cooperación… Además contribuye a mejorar la autoestima y el autoconcepto de los niños, resultando prácticamente imprescindible en su crecimiento personal.
Esta es la razón por la que puede resultar tan importante a la hora de hacerles comprender el sentido de muchas de sus conductas y la repercusión de sus consecuencias en los demás.
El juego supone una gran oportunidad para aprender de los errores, para respetar normas y comprender el significado de las mismas. Por eso debemos prestar mucha atención a qué tipo de juegos son los que prefieren y qué les aportan. Como en prácticamente cualquier otra actividad, existen juegos que fomentan valores pero también otros que fomentan la violencia y todo tipo de creencias y roles erróneos.
Con lo cual, deben promoverse desde bien temprano, actividades que contribuyan al aprovechamiento de todo lo beneficioso que transmite el juego, es decir, actividades que además de divertir transmitan lecciones de vida.
Como ejemplo de éstas podemos mencionar el empleo de los cuentos como material reflexivo; esto es, debemos promover entre los pequeños la lectura, planteándoles después como ejercicio, el que nos expliquen qué han leído y qué conclusiones han obtenido; ayudándoles a darle sentido y a descubrir el mensaje que cada uno puede tener.
Se les debe presentar esta actividad de manera atractiva y entretenida, utilizando lecturas amenas con las cuales se logre adquirir un buen hábito lector que les acompañe de por vida.
Otro tipo de actividades que pueden contribuir a este fin, son las de las “situaciones hipotéticas”; es decir plantearles una serie de situaciones en las que un determinado personaje manifieste diversas conductas -adecuadas e inadecuadas – , proponiéndoles después la reflexión de cuál sería la mejor manera de actuar, (este tipo de actividades contribuyen también, al desarrollo de la asertividad y las habilidades sociales).
Para alcanzar este fin podemos emplear los juegos de roles que suelen ser muy interesantes, ya que nos permiten descubrir creencias que los/as niños poseen sobre determinados temas y de qué manera pueden éstas influirles.
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Estos son algunos ejemplos de juegos que pueden contribuir a alcanzar el fin que perseguimos, pero prácticamente cualquier juego, bien empleado, puede ser un gran precursor de valores.
En todo esto, debemos hacer especial hincapié en la necesidad de la implantación de valores y normas en casa por parte de los padres, que deberán “jugar en el mismo equipo” a la hora de acordarlas, procurando no discrepar de éstas delante de los /as niños/as. Y por supuesto, los límites y normas deberán basarse en valores que contemplen el respeto y la tolerancia.
Sólo así evitaremos la manifestación de conductas indeseadas y dañinas, y además sentaremos las bases de una mayor seguridad y satisfacción con ellos mismos.
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© 2022 ▷ Educapeques @educapeques ➡➤ [ Ganando los valores de la Educación ] Escuela de padres Mariela Clemente Martos. Psicóloga. @marielaclema