La verdad de las mentiras – Cuentos con valores

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Hoy vamos a contar un cuento que tiene que ver con la verdad de las mentiras: ¿Por qué vuelan las mentiras?

Uno a veces dice una mentira tan pequeña, tan pequeña, que por pequeña se nos puede hasta olvidar. Pero las mentiras crecen a medida que se las alimenta, y por muy pequeñas que nazcan pueden terminar siendo enormes, y viniéndonos a buscar.

Para que las mentiras crezcan suelen volar ¿no os lo creéis? Pues esta historia os lo va a confirmar.

La verdad de las mentiras


Aquella tarde Elena hablaba con Pablo, estaba entusiasmada porque aquel chico le hacía ¡tilín! o ¡tolón! O lo que fuera, pero le gustaba mogollón. Y quizás fue por culpa de eso que olvidó su sinceridad en algún momento de la conversación.

Y cuando Pablo le preguntó si le había llamado Rosi, ella contestó que…¡no! sin darle la mayor importancia.

Pero Rosi…¡sí!  había llamado, incluso había insistido e insistido en dejarle claro a Elena que si llamaba Pablo aquel fin de semana para ir al cine o a dar una vuelta, se lo dijera porque que ella no tenía planes, y así no se quedaba sola.

¡Para qué están las amigas! – contestó Elena en aquel momento, pero eso fue en aquel momento. Porque en el instante que hablaba con Pablo se le olvidó por completo, y le dijo una mentira de una sola sílaba.  Una mentira que solo albergaba una palabra minúscula y monosílaba ¿qué daño puede hacer, un simple y tonto… no?

Pues ese tonto, minúsculo y monosílabo ¡No! acabó siendo un pastel de veinte alturas, que terminó por irla a buscar.

Y sucedió de esta manera…

Primero Pablo quedó con Elena, ambos se fueron a dar una vuelta y como se lo estaban pasando genial, terminaron por ir al cine.

De camino al cine se encontraron con Maribí, que también se fue con ellos, fue ella quien preguntó a Pablo si sabía algo de Rosi, mientras Elena estaba sacando las entradas, y Pablo le contestó… que no sabía nada porque ni tan siquiera había llamado a Elena para quedar esa tarde, y esto sucedió sin que nadie pudiera corregirle.

¡Vaya! Ese monosílabo ya se había convertido en toda una frase, y una frase da para una llamada. Así que Maribi cuando volvió a casa llamó a Susana, y le contó lo que había hecho aquella tarde; Susana preguntó por Rosi y ella le dijo, que no había llamado a Elena porque tenía otros planes más importantes que quedar con ellos.

¡La hecatombe! Eso ya no era un ¡no! era una noticia que tenía que volar para no perderse.

la verdad de las mentiras

Una hora más tarde de aquella llamada, Rosi no solo no había llamado a Elena, si no que le había dejado plantada porque tenía una cita a ciegas, con un chico desconocido, y Pablo que es muy buen chico al enterarse fue a buscarla para que no estuviese ni triste ni decepcionada por lo que le había hecho su mejor amiga.

Aquel ¡no! fue cogiendo un tamaño tan considerable que cuando llegó el lunes, y se vieron en el colegio, nadie hablaba con Rosi y todos hablaban de Elena y del misterioso chico con el cual había salido su amiga, que debía ser muy importante como para dejarla sola.

Para cuando las notitas comenzaron a circular por debajo de las mesas en plena clase, la mentira tenía ya vida propia.

Rosi no entendía porque todos la miraban de aquella manera, pero Elena tampoco entendía porque murmuraban como murmuraban cuando ella se cruzaba con alguien por el pasillo, como tampoco entendía porque continuamente la decían… ¡no estás sola!

Al final aquel pastel se le vino encima cuando menos se lo espero, y quien se lo tiró fue el mismo Pablo. Porque todos esos cotilleos fueron a parar a sus oídos, y no pudo soportar que su amiga no le contara nada cuando el mismo le preguntó por Rosí antes de salir juntos.

-¿Por qué no me dijiste que te dejó tirada?

Le dijo Pablo a Elena delante de Rosi mientras la señalaba, Elena palideció como si hubiera visto a un fantasma, y su amiga contestó por ella.

-¡Yo no la he dejado tirada! Me he pasado todo el fin de semana sola en casa

-¡No seas mentirosa! Todos sabemos que has tenido una cita a ciegas con un chico, por eso no te viniste a dar una vuelta con nosotros el sábado

Tras aquellas palabras hubo una discusión enorme entre unos y otros, al final Elena tuvo que admitir aquella mentira minúscula, que para cuando la encontró era mayúscula, y aunque todo lo demás no lo dijo ella. Las mentiras vuelan y crecen a su manera. Y esta había crecido como había querido, con un poquito de aquí y otro poquito de allá.

Por eso no se debe mentir, porque nunca sabemos con qué dimensión regresaran a buscarnos.

 

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