Cuentos infantiles: El disfraz de Arturo
Faltan pocos días para carnaval y en el colegio de Arturo han programado un desfile de disfraces para el día anterior al desfile de la ciudad.
Todos están emocionadísimos, pues será el día perfecto para lucir sus disfraces de princesas, animales feroces y otros superhéroes y personajes de ficción. Todos, menos Arturo ya que en su casa no están en el mejor momento para gastar lo poco que tienen en un disfraz.
Aunque no dice nada, en su casa saben que Arturo esta triste por eso y deciden a escondidas de él, crearle un disfraz con todo lo que tengan por casa que se pueda reutilizar.
Su hermana Carolina, a la que le encantan las manualidades, piensa en lo que más le gusta a su hermano y decide crearle con la ayuda de su madre, un disfraz de caballero, ya que desde bien pequeñito, siempre le han gustado las historias de caballeros, dragones y princesas.
Ni corta, ni perezosa se pone manos a la obra y comienza a recopilar todo tipo de material que pueda servir para crear el más bonito disfraz casero que hayan visto en el colegio. En pocas horas, Carolina y su madre consiguen reunir toda clase de objetos con los que empezar a confeccionarlo.
De la cocina, desenrollan un par de bolsas grandes de basura a los que su madre, les hace un agujero para meter la cabeza y dos para pasar los brazos. Como tanto le gustaron las coronas de los roscones, con la que Arturo guardó para jugar a caballeros y una cartulina dorada, le crean una nueva corona y un cinturón para la bolsa que servirá de casaca y Carolina, consigue del supermercado de la esquina, un par de cajas de cartón con las que le recorta una espada y un escudo, igual que los caballeros de los cuentos que lee su hermano.
Con mucho cuidado y a escondidas, poco a poco y entre las dos, le van confeccionando el disfraz, Arturo no se imagina ni de lejos, la sorpresa que en su casa le están preparando para el desfile de su colegio.
Mientras tanto, Carolina aprovecha sus visitas a la biblioteca para buscar el escudo de sus apellidos y así, dibujárselo tanto en la casaca, como en la capa y su escudo. Tanto se esfuerzan en que el disfraz de Arturo sea perfecto, que casi sin darse cuenta va tomando forma.
A ratos, le van colocando, recortando y pegando todos los detalles que llevaría cualquier caballero salido de los cuentos de Arturo. En los momentos en los que Carolina se mete en su habitación a terminar sus trabajos de secundaria, aprovecha para dibujarle los escudos y pegárselos en los lugares donde suelen llevarlos. Con cartulina dorada, le crea brazaletes, las hombreras que sujetarán la capa y cubre el cartón de la espada que le han recortado, siguiendo los dibujos de uno de sus cuentos favoritos, la leyenda del Rey Arturo y la espada Excalibur.
Terminan con los pequeños detalles y le pegan a la casaca el cinturón y le forman una pequeña trabilla para colocar la espada de cartón.
Llega el día del desfile, tan esperado para los niños de su clase y Arturo se levanta sin ganas de ir al cole. Sabe que sus compañeros irán con los disfraces más caros y los más bonitos para presumir delante de todos y que él se tendrá que conformar con el disfraz del año pasado, que ya empieza a quedarse corto en mangas y piernas.
Carolina entra sonriendo en su habitación y con un pañuelo en la mano, le pide a su hermano que se deje vendar los ojos, pues en el salón le espera una sorpresa. Arturo le obedece y ayudado por su hermana, consigue llegar al salón donde le espera su madre, con una pequeña percha y una bolsa en la mano.
El pequeño se acerca y mira el contenido de la bolsa y la percha un tanto incrédulo, parece un disfraz de caballero como tanto había deseado. Pero no se quiere hacer ilusiones.
Su madre preocupada le llama desde el salón y le pregunta:
-Arturo, ¿es que no te gusta el disfraz?
– No mamá, no es eso. Pero seguro que en el cole se meten conmigo. – dice Arturo resignado.
– ¿Por qué no pruebas a ponértelo? – le insiste Carolina con una sonrisa. – No siempre las cosas son lo que parecen.
– Vale, por lo menos estrenaré este año uno. – dice Arturo casi en un susurro.
El niño se va a la habitación y, al mismo tiempo que se va poniendo el disfraz con la ayuda de su hermana, en su cara va surgiendo una sonrisa tímida que, poco a poco se transforma en una de oreja a oreja que ilumina toda su pequeña carita.
Sabía que el traje era fabricado con lo que había por casa, pero jamás se habría imaginado que iba a ser el mejor disfraz de caballero que había visto.
Lo tenía todo, escudo, capa, hombreras…, hasta una espada clavadita a su preferida, su Excalibur.
Contento como unas castañuelas, le da un beso a cada una y le pide que le lleven lo antes posible al colegio. Quiere presumir de su disfraz de caballero delante de todos sus compañeros.
Cuando llega a su colegio se encuentra con todos los niños disfrazados con sus mejores disfraces. Hay diez princesas, cuatro niños disfrazados de Batman y otros cuantos que van de Spiderman y Superman…, pero ninguno de caballero.
Todos se quedan boquiabiertos cuando ven llegar a Arturo con todo tipo de detalles, no le falta ni uno. Tanto a niños como a sus profesores les llama la atención que algo hecho a mano pueda quedar tan bonito y con tantos detalles.
Lo que en un principio pensaba Arturo que sería motivo de burla, se convierte en una admiración continua por parte de todos.
Tanto les gusta a quienes lo ven que, aunque ese año ya lo tienen todo preparado, deciden que en los próximos años los disfraces los harán los propios niños en las clases de plástica y será una buena forma de enseñarles a los pequeños a reciclar y reutilizar objetos que, a simple vista solo sirven para ir directos al cubo de la basura.
Sin darse cuenta, Arturo y su disfraz de caballero les ha enseñado una lección de cómo aprovechar lo que tienen a su alrededor.
Cuentos infantiles: El disfraz de Arturo por Rosi Requena
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