Cuentos de amistad
Hoy Rosi Requena, nos deja un bonito cuento sobre la amistad, un cuento para Laura, cuentos de amistad donde los niños podrán entender el verdadero valor de los amigos
Un cuento para Laura
Laura y José son dos amigos, desde siempre, los dos han tenido una gran imaginación, aunque Laura es la que más facilidad tiene para contar historias.
Desde que eran pequeños, siempre que había en el colegio algún concurso de relatos, cuentos o poesías, Laura era la que se presentaba la primera y quien, en la mayoría de las veces, acababa ganando.
José, sin embargo, la imaginación la encauzaba en los dibujos que hacía en cada trozo de papel que cogía. Con sólo darle una palabra, era capaz de inventarse mil historias y plasmarlas en sus viñetas, que siempre eran mudas, pues la facilidad que tenia para dibujar, era la que le faltaba para plasmarlas en palabras y, en secreto, admiraba el talento de su amiga Laura para contar y escribir cualquier historia que se le ocurriera.
Lo que no sabía José, es que a Laura le ocurría lo mismo que a su amigo. Le encantaba contar cuentos y, realmente lo hacía muy bien, pero al escribirlas echaba de menos poder ilustrarlas, pues al ver los dibujos de su amigo, los suyos le parecían demasiado simples, como si los hiciera un niño que está empezando a dibujar por primera vez. Lo que hacía que, sus escritos siempre fueran sin ningún tipo de ilustración.
A pesar de conocerse muchos años y ser grandes amigos, a ambos les daba vergüenza hablar sobre lo que sentían acerca de sus talentos y les sonrojaba la idea de pedir consejo, sólo por el miedo de que fuera motivo de que el otro se burlase de su trabajo.
Sin saberlo, ambos admiraban el trabajo del otro y soñaban con el día en que tuvieran esa misma facilidad para hacerlo todo de la misma forma que su amigo.
Un día, ya en el instituto, su profesor de literatura les pidió hacer un cuento con sus propias ilustraciones, el trabajo debía ser hecho en pareja.
En ese momento, Laura y José sintieron como un sudor frio les recorría la espalda, había llegado el día en que ambos mostrarían lo que creían que era su debilidad a su mejor amigo y eso era algo que temían más que la nota que les fuera a poner el profesor. No querían que por algo así perdieran su amistad.
Los dos quedaron en la biblioteca del centro y después de merendar en la cafetería que había al lado, entraron y comenzaron a darle forma a su cuento.
A José los dibujos le surgían solos, la rapidez con la que les daba forma en el papel, hizo que Laura se quedase durante un buen rato fascinada viendo como su mejor amigo dibujaba.
José se sintió observado y cuando levantó la vista del papel, encontró a Laura con la vista fija en el personaje que acababa de terminar. José se sonrojó avergonzado y Laura confesó lo que admiraba su forma de dibujar y que siempre había soñado con dibujar como él.
José, sintiéndose aliviado ante lo que su amiga le había dicho, le confesó que el también admiraba esa facilidad con la que ella inventaba sus historias y sabia llevarlas al papel, de manera que todo el mundo que las leía o escuchaba, acababa atrapado en ellas y sentían que estaban dentro de las mismas.
Laura se sorprendió al escucharle, pues José también tenía una gran imaginación para inventar un montón de historias y personajes de lo más diferentes, que tomaban vida en cada dibujo que hacía.
Se preguntaba cómo podía ser que, una persona que tenía tanto talento para inventar esas historias convertidas en viñetas no fuera capaz de poder escribirlas y decidió preguntarle para saber que podía hacer para ayudarle.
José le explicó que, aunque los personajes y todas las situaciones que creaba venían de su imaginación, lo que le hacía desistir de escribirlas era que no sabía cómo comenzarlas y hacer que llegasen con la misma intensidad con las que lo hacían las suyas.
Ambos se dieron cuenta de lo tontos que habían sido para pensar que sus problemas, pudieran ser motivo de burla entre ellos. Al fin y al cabo, no parecían tan graves, pues se habían dado cuenta de que se podían ayudar entre ellos a mejorar en lo que, al otro no le salía tan bien.
José ayudó a Laura a mejorar sus dibujos y crear nuevos personajes a través de sus lápices de colores y entre risas y bromas, Laura le confesó la frase con la que siempre comenzaba sus historias y que para ella era como la llave que abría su imaginación. Esa frase era, “Había una vez…”
Un par de horas después, ambos habían terminado sus cuentos y Laura le pidió a José que le leyera su primer cuento. Con una gran sonrisa, José se negó con la excusa de que todavía no la había terminado y quería repasarla en casa. A Laura le tocaría esperar a la clase del día siguiente para descubrir si su ayuda había servido para que José, por fin, aprendiese a contar historias como lo hacía ella.
Durante la noche, Laura imaginó como podría ser el cuento que había escrito su amigo y que no le había querido leer en la biblioteca.
La hora de mostrar sus trabajos llegó, Laura dejó a todos maravillados con su cuento que, esta vez sí que tenía unas coloridas ilustraciones que gustaron tanto como su cuento y llegó el momento de que José leyera su cuento.
Nervioso se levantó y con un hilo de voz le dijo a su profesor el titulo de su cuento. Su maestro pidió silencio en clase y a José que levantase un poco su voz para que todos pudieran escucharle, se dirigió al centro de la clase y comenzó a leer:
“Había una vez una niña que soñaba con contar historias, con hacer volar a quienes le oyesen a los mundos que ella creaba. Sus historias eran de princesas y dragones, de reyes y bufones, de animales y paisajes de ensueño y de niños y niñas como tú y yo.
Tenía una frase mágica con la que comenzaba sus cuentos y era como el pasaporte para volar a nuevos países, mundos e incluso universos. Era su billete para hacernos soñar.
Esa niña me enseñó a utilizar su frase mágica para crear mi propio billete para viajar a mi imaginación, no vive muy lejos de aquí, es alta, pelirroja, tiene una gran sonrisa, se llama Laura y es mi mejor amiga.