Hay que dejar de ver los disfraces como una vestimenta para usar tres días al año y empezar a verla como un recurso educativo capaz de transportarnos a escenarios increíbles mientras se desarrolla la creatividad y la empatía
Muchas personas dedicadas a la psicología o a la pedagogía aseguran que los disfraces son un «agente socializador», ya que como en cualquier juego, la diversión es mejor cuando es compartida
La imaginación no tiene límites y la educación tampoco debería tenerlos. A menudo los mayores aprendizajes se encuentran en las prácticas más creativas y divertidas. A muchas personas les ha pasado que con los años pierden imaginación o capacidad de crear. Una manera de evitar que esto pase es estimular desde las edades más tempranas esa capacidad innata de nuestra mente. Inventar historias, resolver situaciones inventadas, experimentar con manualidades e improvisar música con cualquier objeto son solo algunas de las miles de ideas que podemos llevar a cabo. Y en esta misión tan estimulante, los disfraces son grandes aliados, ya que nos ayudan a crear un mundo fantástico y a meterse realmente en el papel que estamos interpretando.
A la mayoría de los niños y niñas les encanta disfrazarse. Así que ¿por qué limitarlo a Carnaval o Halloween? Una ocasión perfecta para fomentar este tipo de actividades puede ser en las fiestas de cumpleaños. Podemos jugar a inventar una historia en la que cada participante sea un personaje, podemos sortear los disfraces y que inventen un cuento a partir de ahí, podemos improvisar una especie de obra de teatro o incluso viajar en el tiempo. Todo es posible con unos buenos trajes, un decorado y mucha imaginación. Una buena opción para comprar los disfraces online es la tienda Disfraces Bacanal. Tienen un gran surtido de disfraces infantiles como Superhéroes, de oficios, de Disney o de los dibujos animados favoritos de nuestros hijos.
Numerosos estudios aseguran que dedicar tiempo y esfuerzos a dar rienda suelta a la imaginación y la creatividad es muy positivo en el desarrollo. Quien tenga la mente cerrada pensará que pintar, inventar ritmos con una cacerola o subirse al sofá disfrazada de bombera es una pérdida de tiempo, sin embargo estamos potenciando habilidades que serán muy útiles a lo largo de la vida. Y es que la creatividad no solo tiene que ver con el arte, sino que puede ayudarnos a resolver problemas o conflictos que nos surjan en las relaciones o en el trabajo. Buscar soluciones creativas y saber improvisar sin entrar en pánico son habilidades de supervivencia y que no muchas personas tienen.
Disfraces para mejorar habilidades sociales
Además, estos juegos con disfraces son la oportunidad perfecta de que los niños se relaciones entre sí y dejen a un lado la timidez. Esto es algo que vemos también en personas adultas: cuando nos disfrazamos o interpretamos un papel, a menudo perdemos la vergüenza ya que parece que no somos nosotros/as mismos/as sino otro personaje, y por lo tanto no nos juzgarán. Sin embargo, quien transmite esa alegría, quien se relaciona, quien se lo pasa bien e inventa historias y escenarios no es el personaje… ¡Somos nosotros/as! ¡Son nuestros hijos/as! Y es que en cualquier juego la diversión nunca es individual. Por eso, muchas personas dedicadas a la psicología o a la pedagogía aseguran que los disfraces son un «agente socializador», es decir, que favorecen la socialización y las posibilidades de hacer amigos y amigas.
En esta misma línea, está demostrado que disfrazarse ayuda a desarrollar la empatía, pues los niños y las niñas se ponen en el papel de otros personajes o de otras personas. Parece mentira, pero solo con vestirse con un disfraz se puede cambiar la perspectiva y ver a los demás de otra manera. Esto es algo muy importante, ya que la empatía en muchas ocasiones no se desarrolla bien o se desarrolla tarde. Y este cambio de perspectiva que proporciona un disfraz puede tener a la vez el efecto contrario, esto es, conocerse mejor a sí mismos/as. Es innegable que todo esto es beneficioso para el desarrollo emocional, tan importante y a veces tan olvidado en la educación formal, que no deja tiempo para expresarse más allá de los libros. El equilibrio entre ambas, la combinación, es lo ideal para un correcto desarrollo.
En resumen, hay que dejar de ver los disfraces como una vestimenta que usamos tres días al año y empezar a verla como un recurso educativo capaz de transportarnos a escenarios increíbles a la vez que desarrollan su imaginación, su inteligencia emocional y sus habilidades sociales. Un catalizador que provoca efectos muy positivos que no debemos frivolizar ni relegar a solo a las fechas marcadas en el calendario. Quién sabe, quizás los adultos deberían probar también a desenpolvar sus disfraces y usarlos más a menudo. Sin duda muchas reuniones y eventos serían más divertidos.