No fuerces que tu bebé sea independiente, lo conseguirá por sí mismo

vínculo del bebé

Que los bebés son dependientes no es algo nuevo, todos lo sabemos, pero si comprendemos el por qué de esa dependencia y la importancia que tiene para el desarrollo emocional, motor, el aprendizaje… podremos cuestionar ciertos consejos, ciertas prácticas… que le restan importancia y que incluso la tiñen de “mal hábito”, viéndose como algo a evitar y como fase que no hay que favorecer para que no se alargue en el tiempo, forzando al niño hacia una independencia que carece de sentido sin la seguridad afectiva que le proporciona su figura de apego, la cual se empieza a establecer precisamente en la fase de dependencia.

De dónde venimos

Cuando el ser humano comenzó a andar a 2 patas en vez de a 4, cambió la pelvis de la mujer, que se hizo más estrecha, también cambió nuestro cerebro, que se hizo más grande (debido al neocortex) y este cambio repercutió en el parto, el bebé ya no podía nacer cuando estaba maduro para ello porque su cabeza no cabía por el canal del parto, así que el ser humano comenzó a nacer antes de que estuviera preparado para ello. Se considera que la gestación del ser humano debería durar 21 meses, los 9 dentro del útero y 12 más fuera. Si nos fijamos, al cumplir el año, es cuando comenzamos a ver los primeros signos de independencia del bebé: se desplaza, empieza a decir las primeras palabras, empieza a alejarse de su cuidador principal para ir a explorar, comienza a comer de forma autónoma… Empieza la conquista de la independencia. Pero ¿qué ocurre hasta entonces? Pues un periodo de dependencia, un periodo en el que se va a empezar a construir el vínculo de apego, un vínculo necesario durante toda la vida y desde el cual, se logrará la autonomía.

 

Cómo nos desarrollamos

Pero la vinculación afectiva no es tan sencilla porque no sólo existe un tipo de apego. En función de cómo nos relacionemos con los bebés y sobre todo, de cómo atendamos sus demandas y necesidades, se creará un tipo de apego diferente: seguro, evitativo, resistente o desorganizado.

El más adecuado de cara al desarrollo psicológico y social futuro es el apego seguro, este se crea cuando el adulto (la figura de apego) interpreta correctamente las demandas del bebé y responde a ellas, lo hace rápido, está en sintonía con él, le proporciona tacto, protección… El vínculo es una adaptación mutua adulto – bebé y bebé – adulto. Que necesita TIEMPO, PROXIMIDAD y ATENCIÓN.

En un desarrollo adecuado del vínculo de apego no cabría querer acelerar procesos como que “se acostumbre” a NO estar en brazos, a dormir solo… porque es una necesidad.

Este vínculo que se empieza a formar en la primera infancia condicionará las relaciones que el niño tendrá en el futuro y su forma de responder a ellas, será la base de su equilibrio emocional.

Aunque estemos explicando cómo se forma el vínculo hablando de los primeros años, este no es algo exclusivo de los bebés o de los niños pequeños, sino que dura toda la vida. Este vínculo se vuelve más intenso y se afirma cuando la persona está en peligro, asustada, enferma… Seguro que si lo pensamos nos salen bastantes ejemplos de momentos en los que los adultos recurrimos a nuestra figura de apego cuando nos encontramos en estas situaciones… o ¿Cómo prefiere estar un adulto cuando está hospitalizado?

 

Cómo aprendemos

Cuando un bebé y su cuidador (principalmente la madre) establecen una pauta de apego seguro, el bebé sentirá la necesidad de EXPLORAR el entorno, de irse alejando de su figura de referencia y de esta forma, en interacción con el entorno, moviéndose, descubriendo los objetos, sus cualidades y posibilidades, irá APRENDIENDO, eso sí, cuando el bebé sienta que algo puede ponerle en peligro, regresará junto al adulto.

Es gracias a esas necesidades satisfechas desde los primeros momentos, esa sintonía entre el adulto y el bebé, las que permiten que el niño tenga la SEGURIDAD AFECTIVA suficiente como para centrarse en explorar el entorno, en aprender, PORQUE SABE QUE EL ADULTO VA A ESTAR AHÍ SIEMPRE DISPONIBLE y eso teniendo en cuanta de dónde venimos, garantiza su supervivencia.

La independencia por lo tanto, NO se puede FORZAR, no se puede “trabajar”, no se puede ACELERAR, es el niño el que llega a ella apoyándose en su figura de apego. Los intentos de “hacer mayor” al niño crearán más miedo e inseguridad y necesitará más al adulto porque no está preparado para ello.

El apego seguro es pues, la base para comenzar a explorar, a conocer el entorno y por lo tanto a aprender. Este proceso se debe cocinar a “fuego lento” atendiendo las necesidades del bebé. Y con una base sólida, será el niño, en función de sus necesidades, el que irá conquistando la independencia. Sin olvidar que cada niño es diferente y que este proceso dura tiempos diferentes.

Pero si esa independencia la intentamos acelerar, forzar… conseguiremos mayor inseguridad y dependencia.

Ante comentarios como:

“No lo cojas, que se acostumbra”

“Tiene mamitis”

“No lo vas a sacar nunca de tu cama”

“¿Aún toma teta?”

“¿Tan grande y en brazos?”

“Tienes que empezar a dejarlo con otras personas”

Nada mejor que comprender de dónde venimos y cómo nos desarrollamos.

“No se logra la independencia sin pasar por la dependencia.”

 

Laura Estremera Bayod

Maestra de audición y lenguaje, Técnico superior en educación infantil, autora de Criando.

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Puedes descargarte mi libro Criando gratuitamente: http://www.bubok.es/libros/245841/CRIANDO

 

Gerhardt, S. (2008) El amor maternal. Albesa, Barcelona

Bowlby, J. (1989) Una base segura: aplicaciones clínicas de una teoría del apego. Paidós ibérica. Barcelona.

Bowlby, J. (2006) Los vínculos afectivos: formación, desarrollo y pérdida. Morata.

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