La responsabilidad es uno de los aspectos más importantes en la vida de las personas. Cuando nos responsabilizamos de algo, solemos implicarnos con ello y poner todas nuestras capacidades a la consecución del fin que pretendemos alcanzar.
Pero la responsabilidad no surge de manera espontánea y natural, la responsabilidad es el producto de la educación y concretamente dentro de ésta, del fomento de la autonomía desde nuestra niñez. Fomentar la autonomía desde edades tempranas traerá consigo el pleno desarrollo de la responsabilidad del niño. Para ello, debemos emplearnos a fondo en esta labor, pues sólo así, conseguiremos que los niños crezcan seguros de sí mismos, responsables e independientes.
Muchos padres se quejan de la falta de responsabilidad de sus hijos, de hecho, en muchas ocasiones comentan que éstos ni siquiera son capaces de ocuparse de sus propios quehaceres domésticos. Como suele ser habitual, en esta ocasión también, el origen del problema se encuentra en la infancia.
La falta de normas y límites en el hogar; el desigual reparto de responsabilidades entre los miembros de la familia, etc; trae consigo problemas de este tipo, de ahí la importancia de establecer unas normas y límites claros, así como conseguir que en la casa tenga lugar la corresponsabilidad a la hora de realizar las tareas domésticas.
El problema es que los padres, especialmente cuando los niños son pequeños, tienden a desligarlos de cualquier tipo de responsabilidad, por sencilla que sea. De manera que tareas tan simples como organizar su cuarto, recoger sus cosas, elegir su ropa, retirar su plato después de las comidas etc. Son tareas que terminan por asumir ellos, aprendiendo por tanto el niño o niña, que no les corresponde desempeñarlas, porque para eso ya están los padres ahí.
Este tipo de situaciones nos lleva a plantearnos si el instinto protector de los progenitores, puede llegar a ser perjudicial para los hijos, en el sentido de que su autonomía puede verse seriamente perjudicada. Por ello, es muy importante que ambos analicen las conductas suyas y las de sus hijos, y comprueben si efectivamente, con unas y otras podemos concluir que está teniendo lugar el fomento de su autonomía o por el contrario, se está limitando.
Cuando enseñamos a los niños a ser autónomos/as, estamos proporcionándoles herramientas necesarias para su desarrollo independiente en sociedad; capacitándoles para tomar sus propias decisiones; contribuyendo a su desarrollo madurativo etc. Para ello, se les debe educar con el ejemplo, enseñándoles cómo deben ocuparse de sus responsabilidades y quehaceres, en lugar de hacerlos por ellos/as mismos/as.
¿Cómo podemos fomentar la autonomía en el hogar?
El desarrollo de la autonomía comienza muy temprano. Cuando los niños son pequeños, les vestimos, aseamos, les damos la comida… evidentemente, al principio de sus vidas, es normal que nos ocupemos de cubrir estas necesidades. Sin embargo, debemos enseñarles a desempeñar estas tareas por sí solos cuanto antes. Para ello, es muy importante, explicarles cómo se deben hacer y animarles a que las lleven a cabo solos/as, al principio bajo nuestra supervisión y posteriormente sin ella.
En este sentido, resulta imprescindible ser pacientes y darles tiempo para que las aprendan, pues a veces y según con qué tareas, podemos caer en el error de ocuparnos de ellas si comprobamos, que a la hora de aprender, al pequeño le cuesta realizarlas. De esta manera, lo que hacemos es limitar su aprendizaje y restarle la oportunidad de que las aprenda manejando sus propios recursos y estrategias.
En estos casos, resulta mucho mejor adaptar la explicación de dichas tareas a la edad y entendimiento del niño/a, hasta conseguir que finalmente las desarrolle.
También es primordial, dar tiempo al pequeño para que las pueda realizar a su ritmo. Las prisas son malas compañeras del aprendizaje y con ellas lo único que se consigue es una mala comprensión de la tarea y el correspondiente mal desempeño de la misma.
Imprescindible es del mismo modo reforzarles en sus logros, por pequeños que sean. De esta manera estarán animados y predispuestos a seguir aprendiendo; e igualmente importante es mostrarnos coherentes con las normas y límites implantados en casa, ya que éstos son imprescindible a la hora de asumir responsabilidades y sobre todo a la hora de afrontarlas por sí solos.
En el fomento de la autonomía de los pequeños, puede asimismo, ser de utilidad, establecer horarios y rutinas, es decir, destinar unas horas del día a la realización de las actividades que son su responsabilidad (organizar su cuarto, recoger sus juguetes, planificar su tarea escolar…);
Una manera de motivarles en sus responsabilidades, es hacerles partícipes de la toma de decisiones en asuntos cotidianos del hogar, como por ejemplo qué menú preparar para el día; qué actividades planificar para el fin de semana, etc.
Y bajo ningún concepto se debe olvidar que:
“Si usted quiere que sus hijos tengan los pies sobre la tierra, colóqueles alguna responsabilidad sobre los hombros”.
buenos días excelente artículo,muchas veces nosotros los padres tenemos la culpa,al no darle responsabilidad a nuestros hijos por la simple razón que esta chiquito.
Muy buen aporte!! Y muy cierto Isabel.. con mi nena desde muy chiquita, empezamos a mirar dibujitos educativos, participativos o estimulantes, como el Payaso plim plim, la casa de mickey mause, clarilu, caillou… y aprendió muchísimo! Cuida sus cosas, es ordenada, se porta muy bien en la mesa, y dice por favor y gracias! Las primeras palabras que empezo a decir, por la canción del payaso plim plim jaja besos
hola educapeques leeo todos los dias sus articulos y son de gran bendicion a mi vida soy mama y tambien maestra prescolar gracias por ser parte de la educacion de muchos niños