Las etiquetas sirven para clasificar o nombrar cosas. Pensemos en un bote de conserva, la etiqueta nos dice lo que hay dentro, sus cantidades y proporciones y de este modo sabemos perfectamente y sin ningún tipo de duda de que producto se trata, cuales son cualidades y características y que podemos esperar. Las cosas son fáciles de etiquetar, sin embargo las personas no pueden clasificarse tan fácil, las personas son cambiantes, están en constante desarrollo, sería una locura tratar de poner etiquetas.
Las etiquetas en las personas
Sin embargo, a pesar de lo absurdo que parece poner etiquetas, las personas tendemos a clasificar y etiquetar todo, incluido a las demás personas. Poner etiquetas a las personas es muy habitual, enseguida de manera inconsciente o consciente, ponemos una etiqueta al poco de conocer a la persona. Y en otros casos, nos dedicamos a clasificar y poner nombre a sus características de personalidad, a su forma de aprender, e incluso nos atrevemos con síndromes y trastornos (unos menos claros que otros).
Es cierto que a veces las etiquetas pueden servirnos para conocer las características generales y poder ofrecer una educación o tratamiento adaptado, pero también es cierto que las etiquetas limitan y condenan a la persona, en especial a los niños y niñas en desarrollo.
Las etiquetas en los niños y niñas
Los niños y niñas están en desarrollo, están inmersos en un proceso donde se forja su identidad. Cuando etiquetamos a un niño o niña le estamos dando una información sobre sí mismo, un juicio de valor que influirá en su desarrollo y en su identidad, de tal forma que el niño/a se cree ese juicio y crea su identidad en torno a esa creencia. Por ejemplo: si etiquetamos al niño como tímido o como torpe, con pocas capacidades para el estudio, crecerá creyendo que es tímido, torpe o menos capaz. Y no intentará cambiarlo o superarse, y lo peor de todo nosotros mismos también creeremos que es así y no le daremos la oportunidad de superarse.
Es cierto que debemos aceptar y apoyar a nuestros niños y niñas tal y como son, pero aceptar no implica poner etiquetas. Ya que no debemos olvidar, que las personas somos dinámicas, estamos en constante y continuo desarrollo, “hoy soy así, pero mañana seré de otra manera distinta.” Las cantidades de una conserva nunca van a cambiar, pero las personas si tenemos la capacidad de cambiarnos a nosotras mismas, es un derecho que debe ser respetado. Al igual que entendemos que el árbol cambia a lo largo de las estaciones del año, y no por ver las ramas mudas sin hojas, flores o frutos en invierno, pensamos que es un árbol incapaz de florecer en primavera, los niños y niñas tienen derecho a no ser etiquetados.
[Tweet «¿Por qué no debemos etiquetar a los niños y niñas?»]
- Las etiquetas les condenan y limitan.
- Cuando ponemos etiquetas no estamos respetando, ni aceptando su forma de ser.
- Las etiquetas impiden el desarrollo y la superación.
- Las etiquetas son malas para ellos y para nosotros ya que no creemos en el cambio. Es fundamental que empecemos a creer en ellos.
Celia Rodríguez Ruiz
Psicóloga y Pedagoga
@Celia_RodrigRu
Más artículos que te pueden interesar:
- Actividades para dislexia.
- Caligrafía para niños de 9 a 10 años.
- Paginas para niños.
- Pedro el pequeño heroe.
- Actividades para niños de segundo grado.
- Dibujo infantil.