¿Cuál es tu estilo de crianza?
Cada familia es diferente y tiene su propia forma de funcionar pero en función de 2 dimensiones (lo restrictivos que sean los padres y la afectividad hacia los hijos) Diana Baumrind (1975) describió la existencia de 3 estilos de crianza que Maccoby y Martin (1983) completaron con un cuarto estilo.
Pero, ¿Cómo influye en nuestros hijos la forma en que nos relacionamos con ellos?, ¿Es importante para su futuro?, ¿Qué tipo de personas queremos encontrar en el futuro?
No hay que olvidar que criar a un hijo, es acompañar en el desarrollo de un ser humano, seres que luego serán los que habiten este mundo, los que gobiernen, los que decidan, los que convivan y que por lo tanto, nuestro objetivo debería ser el de criar personas capaces, activas, que sepan decidir, pensar, expresar y en definitiva que hagan de este mundo un mundo mejor.
El estilo educativo de los padres produce un impacto en el desarrollo de los hijos, tenéis en vuestra mano una decisión muy importante ¿Cómo me gustaría que fuera mi hijo? Y no me refiero a un buen médico, con buen sueldo y un cochazo, sino algo mucho más importante, menos superficial y que le va a influir más en su vida ¿Quiero que tenga una gran autoestima?, ¿que sea competente socialmente?, ¿que sea una persona incapaz de tomar sus propias decisiones?, ¿agresiva?, ¿creativa?…
Los estilos de crianza que encontramos son 4:
–El estilo autoritario: Son los que imponen criterios contando muy poco con las necesidades emocionales del niño. Lo importante para este tipo de padres es la disciplina y sentir que dominan la situación “Mi hijo tiene muchas rabietas, pero yo, ni caso, a ver si va a decidir por mí un niño de 2 años”. “yo no lo cojo, que se acostumbra”.
La investigación ha demostrado que los niños de los padres autoritarios son dependientes, algo que parece paradójico a priori ya que son más “frios” afectivamente con sus hijos y en cambio el efecto es el contrario, que dependen más de ellos y ¿por qué? Pues porque no son capaces de crear sus propios criterios, estos les han sido siempre impuestos, no han tenido oportunidad de elección, de decidir, de equivocarse… Por lo que dependerán de lo que los demás les dicten, al tiempo que serán poco asertivos y fácilmente irritables.
–El estilo permisivo: Sería el estilo de crianza opuesto al autoritario, con pocas reglas, pero mostrando bastante afecto y amor incondicional.
Estos niños, por una parte son agresivos, rebeldes, impulsivos, egocéntricos, carecen de autocontrol de los propios impulsos y anteponen sus deseos y necesidades a los de otras personas ¿Por qué?
Pues porque no están acostumbrados a los límites y normas y descubren que el entorno social no satisface sus demandas, por lo tanto, la autora considera que es un estilo de crianza que beneficia poco al niño. Aunque por otro lado, son niños activos, extrovertidos y creativos.
–El estilo indiferente: No hay afecto ni normas, suele darse en niños maltratados. Son los niños con perores resultados ya que suelen ser criados en hogares con alta permisividad, nulo apoyo emocional y gran hostilidad.
Su autoconcepto es negativo, así como su autoconfianza y autorresponsabilidad, su sentido del esfuerzo es bajo y presentan mayor predisposición a padecer trastornos psicológicos.
–El estilo democrático: Ponen límites, pero no de manera autoritaria, sino explicando y razonando las reglas. Escuchan a sus hijos y si es preciso, son tolerantes con las demandas. Existe un alto grado de comunicación, considerando el dialogo como el mejor sistema para que los niños comprendan.
¿Y cómo son estos niños en el futuro? Pues son niños responsables, con una gran autoestima, una alta competencia social, que saben tomar decisiones, trabajar en equipo, con un auto concepto realista, positivo y un óptimo rendimiento escolar.
Son unos estilos de crianza bastante claros, pero que tendemos a confundirlos, por ejemplo, confundimos el tema del control paterno: los límites dan estabilidad, no tienen que relacionarse con algo malo, pero hay que ser coherentes con los límites, que haya límites, no significa que el niño haga todo lo que tú decidas, sino que los límites pueden (o deben) ser consensuados.
Y hay que pensar muy bien los límites necesarios de los que no son necesarios, por ejemplo: -Un niño se tira al suelo a mirar una hormiga y le obligamos a que se levante, ya que se mancha.
Deberíamos valorar la importancia de cada acto, ¿Qué es más importante para su aprendizaje? Que aprenda a través de la observación el fascinante mundo natural o que se manche la ropa.
-El niño va a subir un bordillo “no subas que te vas a caer” ¿Por qué? ¿No será más gratificante que por lo menos lo intente? Si se cae ¿es tan peligrosa la caída? ¿De veras se va a lastimar? ¿O sólo se va a manchar las rodillas? ¿Va a aprender a controlar su cuerpo si lo intenta?
-Otro va andando por la calle y va tocando todas las fachadas a su paso, su madre le repite “No toques eso, es caca” ¿o será que el niño está recibiendo información a través del tacto? ¿Está reconociendo diferentes materiales, texturas…? ¿Le podemos lavar las manos al llegar a casa?
Por supuesto que existen límites en todo lo que pueda acarrear un peligro real para el niño y para otros seres humanos como ir en el coche sin cinturón, saltar desde una ventana, cruzar una calle sin mirar, coger un cuchillo jamonero, pegarle con una piedra a otro niño, beber lejía…
Pero en otras cosas… Deberíamos revisar si de verdad los límites son necesarios, aportan algún beneficio al niño o si por el contrario frenan su interés natural, sus movimientos, sus ganas de aprender, su creatividad…
Puede parecer un sueño, algo irreal, pero con un ligero cambio (o profundo) ¿podríamos cambiar el mundo? ¿Siendo padres más receptivos, más afectuosos, más disponibles…
Crearíamos una generación con las mismas características?
Laura Estremera Bayod
Maestra de audición y lenguaje, Técnico superior en Educación Infantil
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Sorribas, M; García, A. (2008) Intervención con familias y atención a menores en riesgo social. Altamar. Barcelona
García, J. A; Delval, J. (2010) Psicología del desarrollo I. Uned. Madrid
Rodrigo, M.J; Palacios, J. (2008) Familia y desarrollo humano. Alianza Editorial. Madrid
Wild, R. (2006) Libertad y límites: amor y respeto. Herder
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Hola:
Me ha gustado mucho esta entrada. No soy madre pero tengo contacto frecuente con niños y, aunque trato de escucharles siempre, a veces me cuesta comprender sus motivos.
Una vez a la semana recojo del cole al hijo de una amiga y me lo traigo a casa, porque por motivos laborales a esa hora mi amiga no puede hacerse cargo. Viene de la calle y a veces insiste en quedarse con el abrigo puesto y yo le digo que se lo quite. A veces a la primera petición me hace caso. Otras tengo que insistir un poco más. Le pregunto por qué se lo deja puesto y me dice que es que tiene frío, pero la temperatura es muchísimo más elevada en casa que en la calle. Si no fuera porque al cabo de una hora tiene que salir de nuevo, le dejaría que se lo dejara puesto, pero me da miedo que con el cambio de temperaturas se acabe enfriando y poniendo malo. ¿Hago mal? ¿Qué le puede aportar el dejárselo puesto -porque lo del frío, con la temperatura de mi casa no me lo acabo de creer-?
Otras, en cambio, aunque haga bastante frío, no consigo que se lo ponga ni para atrás y le tengo casi que forzar por lo mismo.
Normalmente hablo muchísimo con él y, cuando entiendo sus motivos le dejo explorar libremente todo lo que quiera, pero lo del abrigo es algo que me lo hace con mucha frecuencia y ya tengo dudas.
Gracias