Las bromas son conductas tan arraigadas en nuestra sociedad, que las usamos casi en cualquier situación, a cualquier edad, en casi todos los ámbitos de nuestra vida.
Las bromas no son exclusivas de los niños. Las usamos para divertirnos, para echarnos unas risas, es común que entre amigos o entre miembros de la familia se gasten bromas unos a otros.
Pero ¿Son las bromas realmente divertidas para todos? ¿Por qué algunas personas hacen tanto uso de ellas? ¿Qué hay de los padres bromistas?
Por su intencionalidad, podríamos clasificar las bromas en dos tipos:
Las bromas maliciosas
Son bromas cuya intención es ofender y/o burlarse de otra persona, sin importar el daño que causan. Es reírse a costa del sufrimiento o malestar de otro/otros.
Un ejemplo clásico son las típicas bromas para hacer bullying ya sea a través de insultos verbales o bromas pesadas.
Los efectos para la víctima de la broma son devastadores, especialmente si es un blanco reiterado de las burlas.
Las bromas inocentes
Son las bromas que hacemos para jugar o tomar el pelo a otra persona, normalmente a conocidos, incluso a personas que queremos. Estas bromas no tienen intención de dañar, sólo divertirse ¿pero son tan graciosas y divertidas para la persona a la que se le hace la broma?
Pensaríamos que depende de su sentido del humor o del grado de confianza. Algunas veces, la persona a la que se le ha gastado la broma termina riéndose y divirtiéndose, pero otras veces, no.
Seguro que cada uno de nosotros tiene algún ejemplo personal de cuando uno broma no hizo nada de gracia o cuando empezó una situación como broma y terminó como pelea.
La broma como lenguaje
Hay personas que utilizan las bromas de manera habitual, como un lenguaje codificado donde a través de las bromas, expresan lo que realmente piensan o sienten, pero sin el riesgo de sentirse muy expuestos porque “es broma”.
A veces se utilizan las bromas para criticar, menospreciar u ofender, porque al fin y al cabo se trata de una broma y si el otro se ofende es que no tiene sentido del humor.
Detrás de este tipo de bromas se enmascara algún tipo de violencia o frustración.
En otros casos, se utilizan las bromas como una manera de expresar afecto, esto es común entre los chicos. Entre amigos suele ser común ponerse motes, burlarse unos de otros, gastarse bromas, sobreentendiendo que es su forma no explicita de decirse entre ellos, que existe confianza, que se aprecian.
Los chicos pueden ser bromistas y pesados, curiosamente con la chica que les gusta o que les cae bien (el clásico tirar de la trenza) dando por hecho que ellas entienden este mismo código implícito de: te gasto bromas porque te aprecio, me importas.
En estos casos, se utilizan las bromas como una manera de comunicación indirecta (donde lo que digo no es lo que pienso o viceversa) por lo tanto se puede prestar a malos entendidos y es probable que no siempre conseguimos trasmitir el mensaje correcto.
Padres bromistas
Los padres también solemos gastar bromas a nuestros hijos. Ya sea para pasar un buen rato, conociendo sus puntos débiles o también como una manera de mostrar sentimientos, como el afecto.
Hay familias muy acostumbradas entre ellos a las bromas, donde cada miembro tiene un mote e incluso hacen competencias de quien hace la broma más graciosa, dice el comentario con más sarcasmo y quien la devuelve mejor.
Pero sea de broma o no, lo que decimos tiene un impacto directo en la persona, especialmente lo que decimos los padres y a largo plazo, esto puede tener consecuencias negativas en la vida de nuestros hijos.
Una presentadora muy famosa de la televisión contó una vez:
Mi padre siempre decía a los demás en broma que tenía dos hijas: una guapa, pero no muy inteligente y otra muy inteligente, pero no tan guapa. Al crecer, una siempre creyó que era tonta y la otra siempre pensó que era fea.
Una madre me contó lo siguiente:
Me gusta jugar con mi hijo y gastarle bromas inocentes. Solía abrazarlo y decirle te quiero, pero al tiempo que lo abrazaba, le picaba las costillas para hacerle cosquillas o hacía como que lo arañaba. Con el tiempo me he dado cuenta, que cada vez que lo quiero abrazar, se aparta porque no sabe si es de broma o de verdad.
Parece que hay una línea muy fina entre la broma y la realidad y no siempre sabemos a ciencia cierta en que momento cruzamos la frontera, pero en el camino podemos perder credibilidad, confianza y se nos puede ir de las manos la situación.
Cuando gastamos bromas a nuestros hijos, es posible que les estamos haciendo daño, no importa que sea a modo de juego, no importa que sea nuestra manera de decir te quiero o la forma de mostrar cercanía, las palabras hieren igualmente, sobre todo cuando se utilizan para hacer una crítica.
Reír es un hábito super saludable, así que, busquemos fórmulas para reírnos más, pero no a costa de otras personas.
© 2016 La broma en los niños. Portal Educapeques en su Escuela de padres
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