Un cuento infantil corto que ayudará a concienciar sobre el abandono de los animales durante la época estival
Blanquita es una gatita de dos años, juguetona, despierta y muy cariñosa a pesar de la fama de ariscos que tienen los gatos.
Vive en un pequeño apartamento con sus dueños, Luis y Marina, una joven pareja con una niña de la misma edad que la pequeña Blanquita. La gatita no se despega de la pequeña ya que se han criado juntas, de hecho, llego a sus vidas como un regalo para celebrar el próximo nacimiento de la niña.
Aunque al principio Marina y Luis tenían un poco de miedo de cómo Blanquita iba a reaccionar ante el nacimiento de su hija, pronto lo perdieron al ver que la gatita tenía una paciencia infinita con la niña.
Ahora, después de unos años complicados desde el nacimiento de la niña, la joven pareja se ha propuesto pasar unas merecidas vacaciones en familia.
Buscan el hotel, preparan la maleta pero lejos de pensar en llevarse con ellos a Blanquita, a Luis no le parece la mejor idea por miedo a tener algún tipo de problema con el hotel y se le compliquen los días de descanso.
No muy lejos de allí, viven María y Carlos. Dos niños que aman a los animales tanto como su familia, no saben que es vivir sin la compañía de un hermano o hermana peluditos como les suelen llamar. Si se han ido de vacaciones, han sido los primeros que han preparado la mini maleta de su mascota y los primeros que han corrido a jugar en el primer sitio donde sus padres paraban el coche.
Para ellos este año es distinto, Peluche, su mejor amigo, el pequeño perro mestizo que les ha acompañado en todas sus aventuras, ya no está con ellos y tanto los niños como su familia, no tienen ganas de marcharse de vacaciones.
Y aunque es pronto para volver a compartir su vida con otro pequeño peludo, a sus padres se les rompe el corazón al ver a sus niños tan tristes y comienzan a plantearse el ir al albergue de su ciudad a adoptar a un nuevo compañero de juegos. Lo que no saben es que pronto se llevarán una sorpresa.
Mientras en la casa de Marina y Luis ya están terminando de preparar las maletas y aprovechando que la niña esta entretenida con su abuela, la pareja llama a Blanquita que corriendo acude a la llamada de sus dueños. Con cuidado, la meten en el trasportín y Blanquita feliz se deja hacer, piensa que se va como todos los días a visitar a su hermanita, que vive en la casa de los padres de Marina.
Pronto se da cuenta que no es el camino por el que suelen ir siempre, pero le da igual. La pequeña gatita está feliz solo por viajar con sus dueños, sea donde sea. Poco a poco se van alejando de su barrio y casi en las afueras paran el coche, los dueños bajan del mismo y sacan a la gatita de su trasportín y con ella, un pequeño ratón de juguete.
Blanquita esta como loca de contenta jugando con su juguete favorito y corriendo por el campo, pero en un descuido se pierde y cuando quiere regresar ya se oye el motor del coche de sus dueños a lo lejos, la pequeña se sienta a esperarles pero ellos no vuelven.
Anochece y la pequeña gatita comienza a asustarse, no tiene más que su pequeño ratón de juguete y, aunque no pierde la esperanza de que sus dueños regresen a por ella, cansada se esconde en un pequeño hueco que encuentra bajo un árbol cerca de donde habían parado sus dueños.
Pasan los días y con ellos las noches y Blanquita, cansada de esperar y hambrienta comienza a buscar algo que llevarse a la boca, pero no encuentra nada. Unas ramas secas y algún ratoncillo o pajarillo que no ha podido aguantar el sofocante calor de agosto, es lo que encuentra a su paso.
Poco a poco a Blanquita se le van las fuerzas, son muchos días los que lleva perdida, en los que no ha encontrado apenas nada que comer o beber y en los que se ha llevado más de un susto por culpa de los coches que cruzan la carretera donde se encuentra.
Exhausta de tanto caminar, llega a una zona residencial donde la pequeña piensa que encontrará algo para comer o a alguien que le pueda ayudar, sacándole algo de comida o un poco de agua pero su pequeño cuerpo no aguanta más y cae agotada en la entrada de una de las viviendas.
Cuando ya cree que todo está perdido, ve que unos niños se acercan con sus bicicletas. Son Carlos y María, que llegan a su casa después de un paseo con sus amigos. Los dos, al ver al pequeño animal en la puerta de su casa corren a llamar a sus padres que están en el supermercado que hay dos calles más abajo.
El padre de los niños deja a la madre pagando en la caja, corre a casa para ver que pasa y al ver a la pequeña Blanquita, les dice a los niños que entren en casa, que ellos se harán cargo de la gatita llevándola al veterinario pero que no se hagan muchas ilusiones porque la pequeña está muy débil. Son muchos días vagando por ahí y es muy chiquitina para haber aguantado tanto.
Al mismo tiempo que mete a Blanquita al coche para llevarla al veterinario, llega la madre de los niños a casa y junto a los niños, esperan noticias sobre el estado de la pequeña gatita que acaban de encontrar.
Tanta pena les da el estado en el que la han encontrado que prometen adoptarla si finalmente se recupera y no identifican al dueño. Pasan las horas y de repente se oye el motor del coche de su padre entrando en la cochera.
Nerviosos, Carlos y María se acercan a la puerta y ven a su padre con un pequeño trasportín. Ahí va la pequeña gatita, aseada y algo más recuperada de lo que estaba cuando la encontraron.
– Me ha dicho el veterinario que hemos tenido mucha suerte, que si hubiésemos tardado más en llegar a casa no se habría salvado. Tardará en recuperarse, pero saldrá adelante si la cuidamos mucho. – les dice el padre.
– Claro, si vosotros queréis una nueva amiga- les dice a los niños su madre.
– ¿Y sus dueños? ¿no la estarán buscando? – pregunta María.
– El veterinario ha estado buscando, pero la gatita no tiene chip que la identifique. Pero con el tiempo que hace que está perdida, no creo que la busquen ya.
La familia decide quedarse con la gatita hasta que se recupere y volver de nuevo al veterinario para saber si alguien la ha reclamado, pero nada, no hay forma de encontrar a sus posibles dueños.
Meses después, la pequeña gatita sigue feliz con sus nuevos dueños y en el próximo viaje que hagan al veterinario, ya les ha oído decir a los niños que será para ponerle el chip que le identifique como alguien de su familia.
Blanquita se siente afortunada, el que podría haber sido su último viaje, le ha descubierto una familia que le quiere de verdad y que, por muchas vacaciones que hayan ya nunca le abandonarán.
Al fin y al cabo, es una más de la familia.
Un cuento infantil corto por Rosi Requena
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Hoy las calles están llenas de mascotas abandonadas. Ésta ha sido una excelente reflexión; ellos también sienten