El pescador y la diosa. Leyendas para niños de primaria

El pescador y la diosa

Leyendas infantiles, leyendas para niños de primaria

El pescador y la diosa

Hace muchos siglos atrás, existía en la isla griega de Lesbos un joven pescador llamado Faón. Este joven obediente y muy trabajador, tenía una humildad notable en el fondo de su corazón.

Un buen día llegó hasta el puerto una anciana. Ella tenía un aspecto sucio y descuidado por lo que los otros pescadores y marineros se rieron de ella. La mujer era la persona más anciana que Faón hubiera visto alguna vez. Ella estaba vestida de modo descuidado y un poco sucio.

La anciana se acercó embarcación por embarcación suplicando que alguien la lleve hasta Asia Menor, a donde (según ella) debería llegar lo antes posible…

  • ¡Usted está loca, anciana! – Le gritó el primer pescador – Yo no iré a llevarla si no tiene el dinero para pagar el viaje.

El segundo pescador simplemente se rió, dejando a la anciana sin palabras y con la decisión de retirarse sin emitir comentario alguno…

El tercer joven fue algo astuto y le dijo a la anciana:

  • Te llevaré si puedes ayudarme a recoger unos cuantos peces en el viaje de ida.

La anciana dudó, pero sabía que su condición de salud no era la mejor, por lo que si aceptaba la oferta, era posible que ella cayera al agua y se ahogara antes de llegar a su destino. Igualmente este pescador, había visto su condición y solo intentaba desanimar a la anciana puesto que no deseaba llevarla gratis…

Finalmente, y más triste que nunca, la anciana se acercó al joven Faón y le pidió si, por favor, lo la llevaba en su embarcación hasta Asia Menor. Ella explicó (una vez más) que tenía muy buenas razones para ir hasta allí lo más aprisa que pudiera, pero no disponía de dinero.

  • ¡Sube mujer! Te llevaré – dijo Faón sin más.

Así emprendieron el viaje con poco diálogo. El joven había visto en la anciana la verdadera necesidad de realizar aquel viaje. Las razones por las que la anciana debía hacer ese viaje eran desconocidas para Faón pero sin embargo, el joven respetó aquel silencio y solo se limitó a actuar con empatía con la mujer. Una vez a bordo, Faón le ofreció agua y un poco de comida, a los que la mujer aceptó con gusto.

Una vez que llegaron a destino, la mujer descendió de la embarcación y dijo:

  • ¡Gracias joven! Ha sido usted el único que ha podido acercarme hasta aquí sabiendo incluso que no tengo forma de pagar el viaje. Reciba, por favor, este pequeño obsequio de mi parte. Consérvelo como una señal de mi agradecimiento que, por cierto, será eterno para con usted.

Mientras Faón escuchaba a la anciana, vio una pequeña botella de entre sus harapos. Ella se la dio y luego se marchó.

Curioso de su obsequio, Faón abrió la botella y allí comprendió que la misma contenía el perfume más hermoso que alguien haya olido alguna vez. Supo, sin dudar, que había llevado en su embarcación a la misma Diosa de Venus.

Luego de aquel día, la vida del pescador se llenó de amor puro e íntegro de corazón, como recompensa por su actitud de amor y caridad hacia una completa desconocida.

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