El joven y el escorpión
Había una vez un niño que vivía en un pueblo en el campo cerca de un bosque. Este niño iba todos los días a la escuela y regresaba a casa, pero no tenía muchos amigos así que solía salir a caminar. Un día soleado, ideal para salir a dar una vuelta el niño decidió ir a caminar a las afueras del pueblo. Se adentró en la hierba y vio un saltamontes. El niño corrió detrás del saltamontes y lo atrapó, lo guardó en su bolsa y rió mucho.
El niño había encontrado algo divertido qué hacer en su tiempo libre así que decidió ir a cazar saltamontes todos los días en sus ratos libres. Todas las tardes lo hacía y cazaba algunos pocos para luego dejarlos en libertad y volver a cazarlos al día siguiente.
Un día logró cazar muchos, muchísimos saltamontes. Su bolsa estaba repleta de saltamontes así que decidió buscar algún otro insecto y se alejó más del lugar donde siempre cazaba a los saltamontes. Se alejó y se alejó hasta que vio posado en una hoja a un insecto nuevo.
Lo vio de un color oscuro casi negro, una coraza que brillaba lo protegía de todo, con sus ocho patas y su par de poderosas tenazas y esa cola puntiaguda puesta hacia arriba por encima del animal. El joven estaba determinado a capturar a este raro animal que descansaba tranquilo sobre una hoja, daba pasos cautelosos para no espantarlo. Cuando sus manos se acercaban para agarrar al escorpión, se detuvo al escuchar su voz.
“Si yo fuera tú, no haría eso, niño”, le dijo el escorpión. El joven quedó inmóvil y sorprendido por cómo había hablado el escorpión. “Pude haber dejado que lo hicieras y hacerte muchísimo daño, pero preferí advertirte del peligro que represento, así que es mejor que te vayas tranquilo y me dejes en paz”, concluyó el escorpión.
El niño se fue rápidamente y muy asustado y no volvió a molestar al escorpión de la zona y permaneció jugando con los saltamontes del campo.
FÍN
Moraleja El joven y el escorpión. Fábula infantil
A veces tenemos todo lo que necesitamos y aún queremos más. Queremos comer más de lo que necesitamos y cuando eso pasa, solemos ponernos malos. Siempre está bien aspirar a tener algo mejor o tener algo más, pero hay que saber cuándo se trata de un exceso.
El joven, ese día, había cazado más saltamontes que nunca y no estaba satisfecho, quiso intentar capturar algún otro animal, uno más exótico y de no ser por la advertencia del escorpión, se hubiese puesto muy malo por la picadura del negro animal.
Además, podemos decir que todo tiene un límite. Que si el joven estaba jugando con los saltamontes, no debió intentar capturar otros insectos. Si nosotros estamos jugando con nuestros amigos, no tenemos porqué molestar a los que están tranquilos, descansando o están haciendo otras cosas.
Se trata de respetar lo que hacen los demás sin dejar de divertirnos, necesariamente. Ser conscientes, no escuchar música a un volumen muy alto si hay gente trabajando o estudiando en casa, por ejemplo.
Excelentes lecturas para hacer reflexionar a nuestros hijos y alumnos. Gracias por compartir.