Cuento para niños: ¿Qué hacemos con Guzmán?
En el país de los cuentos de antaño, los lobos eran lobos; y todos los lobos tenían que estudiar para malos.
Pero Guzmán no pensaba lo mismo, él se sentía muy moderno para todo eso.
Le daba igual haber nacido en el país de los cuentos de antaño; eso de estudiar para ejercer de malo era ya muy antiguo.
Lo tenía muy pero que muy claro. Ni se quería comer a Caperucita, ni a los tres cerditos, ni a nadie.
Por esta razón y no otra, siempre llegaba a casa después del cole con un cero patatero.
Cuando volvía a casa con sus otros cuatro hermanos gemelos, con uno de esos ceros patateros, sabía que le iba a caer la del pulpo.
Sus hermanos siempre le aconsejaban…
-¡Guzmán tienes que comerte a alguien! Aunque sea pequeñito como Pulgarcito.
Pero él ni caso, como el que escucha llover sobre mojado. Que ni… ¡fu! Ni… ¡fa!, porque eso de irse comiendo a la gente no le interesaba y punto.
A Guzmán le interesaban otras cosas. Le gustaba quedarse tumbado sobre la hierba, y esperar que una mariposa se le posase sobre su pequeña nariz negra y brillante. O meter la cabeza en el agua del rio para ver como nadaban los peces. Por las noches a veces, salía de la lobera simplemente para escuchar como ululaban los búhos.
Pero comerse a alguien… ¡puag, que asco!¡que asquito!¡que indigestión!; preferiría comerse doscientos kilos de zanahorias, de esas que se comen los conejos. Antes que comerse al más pequeño de los seres pequeñitos, como por ejemplo un duende enano.
Así que Guzmán lo tenía muy claro, tan claro lo tenía que no pensaba ni dar explicaciones al respecto.
Sus padres ya no sabían ni que hacer, porque aunque le regañaban y regañaban; él siempre se quedaba muy quieto y aguantaba la chapa sin decir ni… ¡mu!
Su padre un día ya muy enfadado le dijo a su madre que quien no valía para estudiar tenía que valer para trabajar.
Este fue el motivo por el cual Guzmán dejó de ir al colegio. Pero claro algo tenía que hacer, no iba a estar zascandileando sin más todo el día.
Una noche después de que sus padres se hicieran la siguiente pregunta…
-¿Qué hacemos con Guzmán?
Decidieron ponerle a trabajar en lo que ellos pensaron que sería el mejor de los escarmientos. Le despertaron cuando la luna más brillaba en el cielo, y le dijeron…
-¡Guzmán! Como no quieres estudiar, no tienes que madrugar, y por tanto vas a salir fuera, te vas a subir a la loma más alta que encuentres, y cuando estés allí harás de sereno.
-De… ¿Sereno?
-¡Si, de sereno!
-¿Qué hace un sereno?
-Los serenos están despiertos todas las noches, y aúllan muy alto para que quien se pierda encuentre el camino a su lobera. Veamos si así te entran de una vez ganas de estudiar y te comes de una vez a alguien.
El pobre Guzmán con legañas en los ojos, se lamió sin ganas para desenredarse el pelaje y se fue a buscar la loma más alta que pudiese encontrar.
Por el camino pensó…
-Quizás eso de aullar no se me dé mal, estoy harto de escuchar a los búhos ulular, y sé que puedo mantenerme despierto toda la noche. Si mis padres supieran que no es la primera vez que ando de noche fuera de la lobera no me hubieran despertado.
Cuando encontró la loma más alta se subió a ella, se sentó y comenzó a aullar, lo hacía tan bien que parecía que lo hubiera estado haciendo toda la vida.
Su amigo el búho chico le escuchó a lo lejos, y como hacia muchísimo tiempo que no escucha aullar a ningún lobo de aquella manera, se acercó para ver quién era.
-¡Eres tú Guzmán! ¿Qué haces que no estas durmiendo? Deja de aullar o tus padres van a descubrir que te has vuelto a escapar.
-Si precisamente han sido ellos quienes me han despertado en mitad de la noche para que me pusiera a aullar
-Y… ¿saben que lo haces tan bien?
-¡Ni idea! Pero me da igual lo que piensen, yo me quedo aquí que me lo estoy pasando genial.
A partir de ese momento, Guzmán hacía lo que le gustaba. Se tumbaba en el prado esperando a las mariposas mientras se tomaba alguna que otra siesta. O se bañaba en rio. Y por las noches hacía coros con los búhos.
Sus padres viendo que ni por esas reaccionaba, se fueron a pedirle consejo al lobo más viejo del país de los cuentos de antaño.
-¿Qué les trae por aquí?
-Verá hemos venido a verle, porque estamos muy preocupados por uno de nuestros hijos
-¿Porqué?
-Es que no quiere estudiar, para escarmentarle le mandamos a que hiciera de sereno
– Y… ¿Cuánto tiempo tiene?
– No tiene más de un año
-Y… con lo pequeño que es ¿sabe aullar?
-Eso parece
-No lo creo, seguro que se pasa la noche ladrando de mala manera, para aullar como se debe se tiene que ir a la escuela superior ¿Cómo han dejado a un lobezno semejante labor? Esta noche misma voy a ir en persona a ver que está haciendo.
Y dicho y hecho, aquel viejo lobo se agazapó tras unos matorrales y esperó a que Guzmán comenzará su turno de sereno.
No llevaba ni diez minutos aullando cuando salió para darle la en hora buena por lo bien que lo hacía.
-¡Bravo… bravo! Eres el más joven y mejor lobo aullador que he podido escuchar, mañana mismo lo hago público y te nombro maestro sereno.
-¿Sin haber ido a la escuela?
-¿No vas a la escuela?
-¡No!
-¿Por qué?
-Porque no quiero comerme a nadie
-Si gracias a no comerte a nadie aúllas así de bien ¡estas perdonado! Nadie es perfecto. Además ya somos muchos lobos come ovejas.
Y así fue como Guzmán no se comió a nadie y fue feliz con lo que era y haciendo lo que le gustaba.
Cuento para niños de Estrella Montenegro para Educapeques
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