Cuento infantil: Unos días para recordar
Marina y Enrique están mirando las fotos en casa, hace mucho frio fuera y como hace tan solo unos días que ha pasado su tan esperada fiesta de Halloween, han aprovechado para colocar las fotos de estos días en un álbum para recordarlo.
Han sido unos días muy divertidos para Enrique porque, a pesar de que su padre estaba de viaje por trabajo, para él ha sido su primera fiesta de Halloween junto a sus amigos y su madre, Marina.
Todo empezó días antes del 31 de octubre, en el colegio una amiga estaba repartiendo invitaciones para la fiesta que iba a celebrar el día de Halloween. Había invitado tanto a padres como a los niños de su curso a merendar en su casa, jugar un ratito y luego a pedir caramelos con el resto de sus amigos por las calles cercanas a su casa. La única condición era que tanto los padres y madres como los niños que asistieran tendrían que ir disfrazados para la ocasión.
Henry no tenía ningún disfraz terrorífico para ese día, le gustaba mucho disfrazarse pero solo tenía con los que habían salido en carnavales y por más que buscaba en su baúl de disfraces, no encontraba ninguno que diera ni siquiera un poquito de miedo.
Corriendo va al despacho de su madre, todavía no le ha dicho nada sobre la fiesta de su amiga y aunque sabe que le llevará, le preocupa el no poder hacerlo por su problema con el disfraz.
-Mamáaa… ¿tú sabes si tengo algún disfraz que de mucho miedo?
-No cariño, ¿por qué? ¿para qué lo necesitas?- le pregunta su madre extrañada.
– Es que… Lidia nos ha invitado a todo el curso a una fiesta en su casa el día 31, para celebrar Halloween y tenemos que ir disfrazados de monstruos o personajes de terror.
-Uff, pues creo que no hay ninguno. Algo habrá que hacer, ¿no crees? –le contesta su madre guiñándole un ojo.
Ambos se ponen las chaquetas y se van a una tienda cercana, allí tienen tanto disfraces cosidos como telas para confeccionarlos y Marina acaba optando por confeccionar sus disfraces. Madre e hijo tienen claro de que irá cada uno y compran el material necesario para coserlos y que estén listos para el día de la fiesta.
Poco a poco los disfraces van tomando forma y apenas un par de días antes de la fiesta, Marina le da un último repaso y los cuelga en las perchas.
Casi sin darse cuenta llega el día esperado, Marina y Enrique acuden a casa de su amiga Lidia donde están todos sus compañeros junto a sus padres disfrutando de una merienda que consiste en buena parte de los dulces típicos de esos días y que tanto Lidia como su madre han preparado juntas. Además también se han hecho cargo de ambientar el salón en el que están con calabazas, esqueletos, velas y murciélagos, dando al lugar un toque siniestro y causando el que muchos de los asistentes les feliciten por su empeño en que todo salga bien.
Una vez terminada la merienda, se forman pequeños grupos de niños y junto a un adulto también disfrazado, se disponen a ir de casa en casa para pedir caramelos al grito de “Truco o trato”, tal y como han visto en las películas estadounidenses. A Marina y a Enrique les toca ir en el mismo grupo y ambos, con sus disfraces de bruja y Drácula y sus cestas en forma de calabaza van a comenzar con la recogida de caramelos.
Los vecinos, que ya conocen a los niños, salen cargados de bolsas de dulces que reparten entre los niños, los que les agradecen con risas y carreras por los pasillos de la urbanización a la vez que les dicen “Feliz Halloween” de forma apresurada.
Entre risas, carreras, juegos y sustos, se hace la hora de regresar cada uno a su casa y aunque a regañadientes, se despiden prometiendo repetir la experiencia el próximo año.
Esa misma noche, Marina le tiene preparada una sorpresa a Enrique, ha comprado un par de calabazas para vaciarlas y crear sus Jack-o-Lantern como le han enseñado al pequeño en la clase de inglés.
Enrique está entusiasmado, es la primera vez que van a vaciar las calabazas y en lo que puede ayuda a su madre a hacerlo. Aunque a medida que lo hace le surge una duda y no tarda en preguntárselo:
-¿Por qué guardas lo que le quitas a la calabaza?
– Porque ese es su fruto y con él se pueden cocinar un montón de dulces. ¿te gustaría cocinar algo conmigo mañana? – le pregunta Marina. – seguro que te gustará y luego lo que hagamos podrás comértelo. ¿Qué me dices?
A Enrique le encanta la idea de cocinar y hacer algo juntos y no duda un momento en decir que sí. Con el ajetreo de todos los días, hay pocas veces en las que puedan hacer tranquilamente algo juntos y estos días en los que están solos es la ocasión ideal para aprovechar el tiempo y compartirlo. Pensando en esto, se pone a dibujar con un lápiz lo que serán las caras de las calabazas para que su madre las corte con el cuchillo para que después la luz de una vela pase a través de ellas, creando ese aspecto tan tenebroso de las que hacen gala.
Esa noche, tras terminar con ellas, ven “Pesadilla antes de Navidad” la película favorita de Enrique para esos días y la cara de Jack, su protagonista, le recuerda tremendamente a la que el mismo le ha pintado a su calabaza. Sonríe satisfecho y sigue disfrutando de la película, cantando las canciones que conoce e imaginándose como sería el pasar el día de Halloween en un lugar tan extraño como ese.
Llega el día siguiente y tal como le ha prometido su madre, nada más terminar de comer, cogen todos los ingredientes y materiales necesarios y comienzan a buscar una receta con la que puedan aprovechar el resto de las calabazas.
Pronto encuentran una que parece fácil de hacer y antes de ponerse manos a la obra, Marina muy seria le pregunta a su hijo.
-Bueno, ahora eres mi ayudante de cocina y esto es algo muy serio. ¿De verdad estás preparado?
-Mmmm, creo que si mamá. ¿es que me falta algo? – pregunta Enrique, el pobre no se da cuenta de que su madre esta bromeando y también se pone muy serio.
– Sólo te falta ponerle nombre a tu receta, ya que la has elegido tú. – le dice con una amplia sonrisa.
– Como están hechas de nuestras calabazas, les llamaremos “tortitas Jack-o-lantern”, ¿qué te parece mamá?
Marina asiente y le hace al niño un improvisado gorro de cocinero, le pone su delantal y aprovecha para sacarle un par de fotos mientras el niño le ayuda a mezclar los ingredientes.
Una vez que está preparada la masa, es su madre quien se encarga de terminar de cocinar las tortitas y le da a Enrique la responsabilidad de bañarlas, una vez estén frías, con azúcar y canela.
-Cuando venga papá mañana, se chupará los dedos con las tortitas. Ya lo verás, hace tiempo que no salía algo tan rico.- dice Marina satisfecha con el resultado.
Tal y como le prometió mientras vaciaban las calabazas, Enrique prueba las tortitas que han hecho entre los dos como parte de la merienda que ha preparado su madre, haciéndole antes una foto para enseñársela después a sus compañeros de clase, orgulloso de haberlo hecho junto a su madre. Igual que hizo su amiga Lidia con su fiesta.
Ahora ya han pasado unos días, Enrique le enseña las fotos a su padre y él viendo las que hicieron en ese fin de semana, siente un poco de envidia al ver que ambos se sienten felices por haberlos pasado juntos y que por su trabajo se los ha perdido. Marina ha vuelto de nuevo a sentirse como la niña que una vez fue y Enrique ha descubierto lo divertido que puede ser pasar un fin de semana compartido con su familia y amigos, sin la necesidad de ver la tele todo el día o de estar jugando con los videojuegos.
Eso sí, todos están seguros de que esos momentos se volverán a repetir, después de todo, la navidad esta a la vuelta de la esquina y… ¿qué fechas hay más familiares que las navidades? Entonces no habrá trabajo ni nada que le impida disfrutar y compartir esos momentos tan entrañables.
Rosi Requena
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Muy bueno solo que lo reduci un poco para que mi niño lo escribíera en una tarea