Cuento Infantil: Blas y el viejo catalejo

Cuento Infantil: Blas y el viejo catalejo
Esta historia no la cuentan ni los cuentos ni un libro grande de inventos y descubrimientos, esta historia la cuenta un niño  que no podía dormir porque había perdido algo sumamente importante.

No sabía muy bien dónde ni cuándo la había perdido, no sabía si se lo había dejado en el asiento del cine, en el autobús del cole, o en la consulta del dentista.  Ya hacia algunas horas que lo había perdido de vista, pero cuando se dio verdaderamente cuenta de que lo había perdido fue cuando la echó en falta, en aquel preciso instante en el que se fue a dormir.

Blas había perdido la ilusión, y supo que la había perdido porque antes de dormir se ilusionaba siempre y precisamente para que le entrara sueño.

Había veces que se ilusionaba de tal manera con ciertas cosas, que incluso podía llegar a soñar con ellas, y claro esto de perder la ilusión a Blas no le gustaba nada de nada.

Además lo hacía de una manera muy metódica y especial, si quería ilusionarse con algo lo primero que hacía era leer un cuento, una historia, incluso algún contenido didáctico sobre aquello que  le ilusionaba. Como cuando llegó a ilusionarse con ser astronauta, aquella semana leyó y leyó sobre el espacio, sobre astronautas, leyó muchas cosas sobre aquel tema y de todo tipo, y no le faltó un buen sueño reparador que le ilusionase un poco más para seguir adelante con aquella pericia.

Pero a la siguiente semana quiso ser científico, y un par de ellas más tarde capitán de barco.

Pero aquella noche su ilusión andaba perdida, temía que se perdiese del todo y no encontrarla, así que se asomó al balcón,  cualquier lugar es bueno para empezar a buscar, no dudó se asomó y comenzó a examinar aquello que tenía a simple vista.

La noche estaba tranquila, la luna bien grande y blanca dormía. Algunos gatos bailaban por los tejados, incluso uno maullaba porque se creyó poeta.

Blas miró a la luna y no la encontró, preguntó a los gatos y ninguno le respondió, ni tan siquiera aquel que se creía poeta supo decir donde estaba su ilusión.

Entonces recordó aquellas palabras sabias que su abuelo le decía, su abuelo siempre le decía que la ilusión brilla y brilla, que lo hace más que nada en el mundo, que brilla tanto que incluso reluce más que las propias estrellas en cualquier noche y pensó…  “Puede que se haya escondido entre alguna estrella”

Cogió aquel catalejo viejo que su abuelo le había regalado  y se puso a investigar,  escudriñó docenas y centenas de relucientes estrellas. Pero entre todas ellas hubo una que llamó su atención.  Esta le guiñaba un ojo, eso lo vio bien claro gracias a la perfecta visión que obtenía de aquel viejo catalejo.

Así que la chistó como se chista a las estrellas,  muy bajito y con mucha imaginación

– ¡chsssss…. Chsssss….! ¿Por qué me guiñas el ojo?-preguntó Blas

-Yo no te guiño el ojo, lo mío es más bien enojo- respondió la estrella.

-¿Por qué estas enfadada? –volvió a preguntar buscando una respuesta

-Es que un niño ha perdido algo que vuela si no está bien sujeto y… volando y volando en mi ojo se ha estrellado- contestó con cara de disgusto

-¡ah…! Y… ¿qué es eso que si no está bien sujeto puede volar tan alto?

-Es el material con el que se hacen los sueños, con ese material también se hacen otras cosas, pero principalmente es del que están hechos todos los sueños.

-Pero… ¿Por qué sigues con el ojo cerrado? ¿Te has quedado sin él?

-¡No… no! Es que he cerrado el ojo para que no pueda escaparse, es algo importante y no puede ir por el espacio dando tumbos, es algo horrible que su dueño se quede sin ella.

-¡Como yo!

-¿Cómo tú? No te entiendo

-Que lo mío es horrible también, yo he perdido la ilusión, lo mío ha sido por despiste, pero el despiste no me deja dormir, ¡A ver como duermo yo!

-¡Oh…! Sí que es horrible, y lo es por partida doble, porque ya es malo perder la ilusión, pero es mucho peor cuando la pierde un niño

-¿Por qué?

– Pues porque la ilusión de los niños es viva y juguetona, es muy despierta, no es igual que la de los adultos, que suele estar más tranquila y dormida, cuando un niño pierde la ilusión esta puede echar a correr y alejarse muchísimo porque es tan jovial que es difícil que se desgaste o que se canse, pero la de los mayores es más vaga y duerme más.

-Y… ¿Por qué duerme más? ¿Porque es más vaga? No lo entiendo

– Porque los adultos se ilusionan menos, pierden la fe en los sueños, la ilusión vive con los sueños, si no la das de comer se aletarga para no gastarse.

– Puede que esa ilusión que te ha dado en todo el ojo sea la mía

-¿Tú crees?

-¡Puede…! ¿Quién sabe?

– Veamos, voy a preguntarte varias cosas, y si las respondes con acierto, entonces sin duda eres tú su propietario.

-¡Vale!

-¿Qué edad tiene tu ilusión?

-¡Pues…! Imagino que la misma que tengo yo, así que mi ilusión cumplirá en septiembre nueve años

 Y… ¿Qué es lo último que tu ilusión ha ilusionado?

-¡Pues…! Mi última ilusión es la de antes de antes de anoche, que me ilusioné con ser piloto de coches de carreras.

-¡Dos de dos va muy bien! Y por último y no por eso menos importante ¿Qué necesita tu ilusión para sentirse alegre, para crecer?

-Bueno yo no sé lo que necesitan otras ilusiones, yo sí sé lo que la mía necesita, dijo Blas muy convencido mientras seguía mirando por aquel catalejo viejo de su abuelo, para no perder aquella estrella de vista.

-Bueno y… ¿qué es? Si se puede saber

– A la mía le gusta informarse

-¿Informarse?

– ¡Si… si! Informarse pero bien, la gusta que la lea todo lo que tenga que ver al respecto de lo que es el tema que tratamos, mira sin ir más lejos…

Blas salió corriendo para el dormitorio y saco unas revistas de coches de carreras, donde venían los últimos modelos y lo prototipos más modernos.

Extendió su mano hacia el cielo mientras volvía a capturar aquella estrella con el catalejo y prosiguió

-¡Ves…! Esta noche la traía todo esto para leérselo, y poder dormir a gusto, pero menudo disgusto tengo ahora, tengo tal disgusto que no puedo dormir.

-¡Bueno… bueno… bueno! Creo que no debes preocuparte más, la ilusión que se estrelló en mi ojo, definitivamente es la tuya, ni te imaginas como esta desde que sabe que tienes esas revistas para ella, quiere salir tan deprisa que hasta me escuece el ojo.

– ¡Qué bien… que bien…! ¡la encontré!

-Mira voy a soltarla en forma de lágrima, sal de ese catalejo, y pon tu cara mirando hacia mí, caerá en forma de gotita sobre tu frente, pero sonríe y sueña con eso de ser piloto der carreras, para que encuentre el camino, no vaya a ser que se pierda de nuevo.

La estrella parpadeó hasta que una lágrima muy brillante salió de su ojo, viajaba  a tal velocidad aquella ilusión, que parecía una estrella fugaz en mitad de aquel cielo nocturno.

Tardo muy poco en caer sobre la frente de Blas, y cuando lo hizo se sintió cansado, tenía muchas ganas de dormir y soñar, pero quería darle las gracias a la estrella por cuidar de su ilusión, por guardarla y que no estuviese por ahí perdida.

-¡Muchas gracias señora estrella!

-¡No hay de Que Blas… no hay de que!

Blas recogió el catalejo de su abuelo, y se fue a dormir todo lleno de ilusión para tener dulces sueños.

No hará falta que os diga que esta es la verdadera historia de por qué se piden deseos a las estrellas fugaces, que en verdad son ilusiones perdidas en busca de dueño.

Así que ya sabéis si una noche de estas tenéis la oportunidad de ver una estrella fugaz, cerrad los ojos y soñad… pedid un deseo muy fuerte, puede que tengáis suerte y la ilusión se haga realidad.

Y si no… tampoco está mal tener doble dosis de ilusión ¿no creéis?

Por Estrella Montenegro para Educapeques

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