El cuento de fin de curso de Victor

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Cuento de fin de curso: Hola, mi nombre es Víctor y este año es el último que paso en mi colegio, parece que fue ayer cuando entraba por primera vez y ahora, casi sin darme cuenta, me toca despedirme de él.  El curso que parecía no terminar nunca, en gran parte por los exámenes y los deberes, llega a su fin y con él nuestro viaje de fin de curso, lo más esperado porque era la primera vez que pasaría la noche fuera de casa … y de mi ciudad. ¡Qué emocionante fue!

el cuentoNuestro viaje a Madrid comenzó en la madrugada del 27 de Mayo. A medio camino paramos a desayunar y estirar un poco las piernas.  Un poco más tarde, llegábamos a nuestro destino y recogíamos al guía que nos hizo una visita turística por los lugares más conocidos de Madrid.

Cuando llegamos al hotel, dejamos las cosas y nos preparamos para ir a comer, al terminar nos esperaban en Xanadú, un gran centro comercial en el que, por primera vez podría esquiar. Eso sí, con monitores para enseñarnos a esquiar sin correr ningún riesgo.

 Primero nos pusieron un video sobre como debíamos vestirnos para realizar la actividad, de allí fuimos a equiparnos y nos aventuramos a la zona de esquí. Unos cuantos valientes se atrevieron a comenzar sin esperar a que nos diesen la clase de esquí para ir un poco más seguros.  Una vez finalizada la clase nos llevaron a nuestra primera bajada, en la que no terminé muy bien pues acabé chocándome con la pared y en mi segundo intento contra mi compañera.

 Terminada la bajada, llegaba el momento más esperado. Nos dejaban jugar con la nieve.

 Cansados por el viaje y tantas emociones, regresábamos de nuevo al hotel para cenar y descansar un poco antes de dar una vuelta para conocer Pinto, el pueblo donde nos alojábamos.

No tardábamos mucho en irnos a dormir, porque al día siguiente nos esperaba el parque de atracciones.

Necesitábamos estar descansados para disfrutar de todas las atracciones que había en el parque.  Montañas rusas y las lanzaderas eran nuestras favoritas, de las que no nos cansábamos de subir. Casi sin darnos cuenta, se había hecho la hora de comer y nos llevaban a un buffet que había dentro del parque.

Después de comer volvíamos a la carga, esta vez entre atracción y atracción nos íbamos a las tiendas a comprar algún recuerdo y regalos para nuestros padres y hermanos.  Eso sí, sin dejar en ningún momento de disfrutar de nuevo de nuestras atracciones favoritas antes de tener que dejar el parque y volver a nuestra casa.

Fue en el momento en el que nos llamaron cuando nos dimos cuenta de lo rápido que pasa el tiempo cuando se disfruta como lo habíamos hecho en los dos días que había durado el viaje.

No fue el viaje lo único emocionante de mi último año en mi cole, este año nos tocaba presentar el festival de fin de curso. Tantos años viendo como lo hacían los mayores y soñando con que llegase el día en que fuéramos nosotros los presentadores y, por fin había llegado. Tras un par de semanas de ensayos para que no se nos olvidase nada, todo pasó como un suspiro.

Llegaban ya los últimos días, y con ellos una mezcla de tristeza y nervios. Tristeza porque tendría que decir en un par de días adiós a todos los maestros que nos habían visto crecer en todos estos años que habíamos pasado en el centro; a nuestros compañeros pues, aunque coincidiríamos con algunos en el instituto, ya no sería lo mismo y a muchos niños que habíamos conocido, a pesar de no compartir curso y que se habían convertido en buenos amigos.

Y nervios, muchos nervios… por cómo sería nuestra nueva etapa en el instituto, nuestros nuevos compañeros, las asignaturas, como serían los nuevos compañeros… Un montón de preguntas que solo tendrán su respuesta en septiembre con el nuevo curso.

Toda esa mezcla de emociones quedó al descubierto en nuestra graduación, un acto que se hizo, como no podía ser de otra manera, en el colegio. Padres, familiares y algunos de los profesores que nos habían dado clase en todos estos años hicieron de ese día un día especial. Tanto como el momento en el que nos nombraron uno a uno para colocarnos la beca y darnos la esperada orla que significaba el paso a algo nuevo, una nueva etapa que espero que sea aún más emocionante que la vivida hasta ahora y de la que espero impaciente su comienzo.

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Pero eso será en septiembre, hasta entonces… ¡FELIZ VERANO!

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